Historia de retornos felices

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Crónicas desde el pos conflicto(II)

EL RETORNO DE DE CAMBIMBA.
-Historia de la primera finca entregada a sus dolientes en Sucre.

Los Ruiz, recuperaron sus tierras en Cambimba, despues de 15 años de desplazamiento.
Los Ruiz ( Aqui Regulo Manuel Ruiz), recuperaron sus tierras en Cambimba, después de 15 años de desplazamiento. ( Foto Chiro Castellanos)

Agradecimientos a Katerine Anaya Sierra-

En invierno o en verano, el quicuyo «monea» las colinas exuberantes de Los Montes de María, dejándose mecer por una brisa coqueta que alienta los últimos días del año. Ya ha pasado lo peor del fenómeno del niño y aunque se anuncia más verano, Régulo Manuel Ruiz, mientras se pasa los dedos por esos bigotes que parecen el cable de una plancha, piensa que no había como la yerba Guinea de su buena época de agricultor y ganadero, que si era una yerba de verdad. Las vacas rebuscan los pastos verdes que quedan en los humedales, mientras «la mona» parece intacta, como si fuese solo ornamento.
Regulo no sabe cuándo llegó esta especie de plaga que huele a gasolina y sabe a hormiga arriera. Para él, uno de los 17 retornados a Cambimba dentro del programa de Restiuación de Tierras, el cocuyo o quicuyo  se extiende porque el ganado prefiere la guinea, mientras éste se encarama hasta en los peladeros y sigue de largo como si fuese una plaga, que se pega hasta en los barrancos más temidos. Su semilla es tan agradecida que va en la cagada de los pájaros y viaja en los pantalones de quienes la atraviesan a caballo o  de  a pie. Se pega a las botas y a la bota de los pantalones, como si fuese un cadillo que viaja a todas partes.
Aunque son primos cercanos, unidos en el dolor del desarraigo y  de la muerte, Orlando Ruiz, en la parcela trece, piensa lo contrario:
– El quicuyo ha sido una bendición para estas tierras, dice, mientras contempla el paisaje que se extiende entre colinas azulosas hacia las lejuras del Norte. A lo lejos se ve la escuela por la que mataron a su padre y desde lo alto resalta el paisaje exuberante y ondulante de los Montes de María, en la región de Morroa.
Este, el concepto sobre una y otra yerba, puede enfrentarlos, pero lo cierto es que la máxima preocupación de los Ruiz, casi dos años después del retorno a sus tierras, no es la inseguridad ni la posibilidad de que retorne la violencia, sino el agua. Si el verano sigue así, en marzo estas tierras benditas, que hoy parecen un Edén, pueden ser motivo de llanto. La sequía se anuncia brava y las aguadas, construidas con veinte horas de buldócer, no están llenas. Las aguas han sido serenos moja monte apenas, muy ralas, y desde septiembre dejaron de caer con rigor de aguacero.
Otra cosa que diferencia a los Ruiz, son las casas. Orlando decidió ponerle techo de zinc a su rancho, y ahora lo mata los golpes de calor que pegan por los costados; mientras Rugero lo hizo de palma tradicional, por la frescura y porque es la ideal para almacenar el ñame en el zarzo. Pero Orlando lo hizo con su hecho pensado: el zinc le permite recoger el agua de tanque cuando llueve, que era propio solo de los ricos de antaño. Actualmente compran el agua potable en Morroa. Un moto taxista les lleva las cantimploras a dos mil pesos cada una. Cuando llegue el verano será peor. Hasta las vacas comerán del fango, buscando en el pozo de la laguna. Y algunas morirán atolladas. Ojalá no.

***.

Pertenencia, la primera finca restituida en el país con opositor, dentro de la ley de Restitución de Tierras, es un globo de 17 hectáreas, en las que hoy viven felices Rugero Ruiz y Orlis Aguas, con sus nueve hijos, tras 36 años de matrimonio gusto a gusto. Ël, que tiene 61 años, le lleva diez. La conoció de niña y desde entonces supo que era el amor de su vida. No era hombre para las milicias, de modo que cuando lo solicitaron para el cuartel(Ejercito), corrió a casarse con ella, para así salvarse de esa suerte.
Pertenencia está en el corregimiento de Cambimba, el más grande del telar cultural de la sabana, donde hemos llegado después de recorrer los 5.5 kilómetros asfaltados a través de una geografía andina y bella y enrumbarnos por una manga saturada de quicuyo, tras abrir y cerrar tres portillos. El quicuyo es un yerba que se pega hasta en la tapa del arroz de tarde.
Cambimba no es cambemba, aunque suene a cantaleta, a refriega. Acá a la gente bullera, le dicen cambimbero. Es la primera sorpresa que se lleva Régulo, sentado en una María palitos, mientras se cuida de abrir y cerrar la puerta forrada de alambres, para evitar que las cien gallinas ponedoras invadan su aposento de rey. Ahora que lo sacudo con la pregunta se siente acorralado. Se confiesa descuidado. Lo único que sabe es que Cambimba es el nombre de un arroyo que nace por los lados de Sabanas de Cali, cuya hermosura es innegable, pese a que los areneros que le sustraen sus encantos para la construcción, socavan su belleza. Es un nombre indígena. No sabe con exactitud que traduce, se declara ignorante, pero averiguará, promete. Desde siempre esto por aquí se ha llamado así. Todo el tiempo ha sido así, el más grande y el más viejo arroyo de la región ha sido culebrero. Su historia está llena de amoríos, secretos y canciones, pero también de sangre.

Antes de llegar a este estado de paz, fueron mas de tres mil los muertos y millones los desplazados. Y cada hombre, como los Ruiz, vivió una novela, esa que todavía está sin escribirse.

Alfonso Hamburger

Celebro la Gaita por que es el principio de la música.

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