¡Encrucijada! ¿Por quién votar el domingo?

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Nos están presionando por diferentes flancos para que votemos por el candidato que dice Álvaro Uribe. Y en otros casos por lo que dice Petro. Yo, que ya paso de los cincuenta años,  en rumbo acelerado al sexto piso, tengo mis razones para buscar otras alternativas. Lo estoy pensando. Si no hubiese sido por Álvaro Uribe, quien modificó la ley 51 del 75, ley del periodista, quitándole a la norma prebendas sociales, como los años para la jubilación, hoy este servidor llevaría varios años gozando de la pensión. Estaría dedicado exclusivamente a escribir en la orilla del mar, con una mujer que me sirviera el tinto y me acompañara a caminar en la playa. Antes de Uribe, esos beneficios los podíamos lograr con setecientas semanas cotizadas y cincuenta años cumplidos. Ahora, si la enfermedad crónica que cargo me permite, es posible que me pensione a los 68 años. Me retrasaron el beneficio 18 años. Un militar en tiempo de conflicto lo logra hasta con solo 40 años. Esto del periodismo es un oficio de alto riesgo, pero no es catalogado ni como profesión ni como riesgoso. En 1999 tuve que dejar mi familia, mi trabajo y mi ciudad, amenazado de muerte por parte de grupos al margen de la ley. Soy víctima del conflicto. Tuve que silenciar mi voz y dejar la reportería y la noticia. Eso me convirtió en un periodista de poca trascendencia, me hizo esconderme. Sin noticias y sin reportería, sin un medio grande, no hay periodismo posible, no se factura, no se vende, no hay rating y sin rating no te buscan ni te contratan. Desapareces de las agendas. Los colegas que manejan las relaciones corporativas de las empresas te sacan del protocolo. No te invitan a las ruedas de prensa. En mi caso ya no me consideran periodista. Dicen que soy un artista. Es decir, el haber cambiado la reporteria y las noticias de orden público, donde alcancé a cubrir más de cincuenta masacres ( Chengue, Pechilín, El Salado, La Mejor Esquina, El Tomate, entre otras menos escabrosas), me convirtieron en un periodista de notas frías, de tipo cultural. Mis réditos se vinieron a pique. Tuve que hacerlo para salvar mi pellejo. El estar por fuera de la noticia como tal, lo aparta a uno como periodista de la torta publicitaria. Si investigan, ni en la Alcaldía de Sincelejo, ni en La Gobernación de Sucre, ni en otras oficinas de prensa aparece mi nombre en sus listas de privilegios. Tampoco me invitan a ruedas de prensa ni a cocteles, menos a desayunos o almuerzos, y en esto estoy de acuerdo. A la Gobernación de Sucre, durante el periodo de Julio Guerra Tulena, solo fui dos veces. Una a sacar un pasaporte y otra a pagar unos impuestos. Y en lo que va de la actual, solo me invitaron a una rueda de prensa en abril de 2016, pero fui increpado por el mandatario por pensar diferente a él. No volví. Es el resultado de haberme apartado de la noticia. O sea, pese a ser un periodista de la cultura, no soy más que un comunicador de medio rango, cuyo nombre no trasciende. Publico algunos libros y venderlos no es fácil. En una entidad oficial me recibieron en almacén unos ejemplares de mi último libro desde enero pasado. El director de ese organismo le dijo a alguien, para que yo escuchara, que me pagará de pronto el próximo año. Me hice el sordo, porque me dio pena aquella expresión de un funcionario que dice, cuando se emborracha y cuando no, que quiere ser alcalde.
Por otro lado, mi padre, un hombre trabajador, un empresario del campo, de 86 años, dice que votará por el que dice Uribe, al igual que muchos de mis familiares, porque en el primer gobierno de este político despejaron los caminos en los Montes de María, donde estábamos sitiados por la guerrilla. Desde entonces ya podemos ir a las fincas y hasta hacer sancochos y parrandas. Yo también me he beneficiado de esa estrategia y en enero dormí en una de las fincas, entre el Carmen de Bolívar y San Jacinto, y pude venirme a las cuatro de la mañana en mi auto para Sincelejo, algo que era impensable hace diez años. Hay tranquilidad y paz, el temor es que aquella inseguridad pueda volver.
Veo que las redes sociales, con una gran cantidad de noticias falsas, impulsadas por seguidores de ambas campañas, han generado pánico. A uno de los candidatos lo acusan de que va a expropiar las fincas, desconociendo que es otra cosa lo que se plantea y que solo tocaría a los grandes latifundistas y que la figura de la expropiación existe en nuestro ordenamiento jurídico. Hay mucha desinformación y han generado miedo. Igual con las EPSs.
Personalmente no me emociono con ninguno de los dos candidatos, aunque iré a votar. Por lo regular, he llegado a un estado en que creo en pocas cosas y no espero nada de nadie. Mi único refugio es el trabajo y mi familia.
Comparto con mi padre la efectividad de los primeros cuatro años de Uribe, pero los otro cuatro si son una vergüenza.
Lo bueno de la otra candidatura, es que le pone en bandeja de plata a los ciudadanos la posibilidad de barrer con una sola equis a una manada de corruptos, que son el principal cáncer de la sociedad colombiana, con mucha inversión de valores, desde los estudiantes pilos que ganaron cupos en las universidades acreditadas y trafican con sus dones, hasta el beneficiario de una casa de interés social que la vende al mejor postor, haciéndole trampa al Estado.
Se habla de dictaduras de izquierda y de derecha, temas que no quiero tratar, mientras me pongo al frente del tarjetón a ver por quién voy a votar. Aquí terminará mandando el corazón antes que la razón.

Alfonso Hamburger
Comunicador social y periodista
Premio Nacional de Literatura Manuel Zapata Olivella 2012.
Víctima del conflicto armado.

Alfonso Hamburger

Celebro la Gaita por que es el principio de la música.

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