ALFONSO HAMBURGER
Estoy celebrando este embrujo como si fuera mío. Ha sido un mediodía de emociones encontradas. He tenido miedo al micrófono después de mucho tiempo. Buena señal. El club de Leones de San Jacinto me trae muchos recuerdos. Este fue un lugar vedado para muchos. Era el lugar de la clase acomodada. Club exclusivo de la elite. Aquí no entraba todo poeta. Por eso celebro el periodismo que me ayuda a romper la timidez. A cruzar fronteras . A romper firmamentos.No soy farto. Soy más tímido de lo que parece. Por eso a veces me aparto de la gente. No sé qué hacer con las manos. Siempre busco un conocido que me ayude a no sentirme tan solo. Y esa fue la sensación que tuve en el malogrado homenaje que se le hizo en este club al gaitero Juan Lara, en 1983, cuando yo ini…
[2:09 p. m., 11/12/2023] encofredeplata: Estoy celebrando al micrófono después de mucho tiempo. Buena señal. El club de Leones de San Jacinto me trae muchos recuerdos. Este fue un lugar vedado para muchos. Era el lugar de la clase acomodada. Club exclusivo de la elite. Aquí no entraba todo poeta. Por eso celebro el periodismo que me ayuda a romper la timidez. A cruzar fronteras . A romper firmamentos.No soy farto. Soy más tímido de lo que parece. Por eso a veces me aparto de la gente. No sé qué hacer con las manos. Siempre busco un conocido que me ayude a no sentirme tan solo. Y esa fue la sensación que tuve en el malogrado homenaje que se le hizo en este club al gaitero Juan Lara, en 1983, cuando yo iniciaba mi carrera de comunicación social. Tocó la orquesta de Lucho Bermúdez y no me atreví a tomar el micrófono. A Lara no se le dio la casa, porque hubo perdidas. Nos salvó Rodrigo Barraza.
Después se cayeron muchos pilares en un proceso doloroso de recomposición social y en el Club de Leones hubo hasta una mesa de billar.
Esta misma sensación de éxtasis, ambigua, la volví a sentir el pasado domingo diez de diciembre en la presentación de EMBRUJO, el texto más íntimo de nuestro Adolfo Pacheco, escrito con el alma y me supongo que con emoción y a veces quizás con dolor, por Juan Carlos Díaz Martínez.
No hallaba la hora de que la ceremonia comenzara. Le dije a Juan Carlos que tenía miedo. Yo no necesito planear nada. Todo lo improviso y a veces acierto. Soy irresponsable . Él me recomendó algún tema . En ese momento llegó una cajeta llena de libros. Sellada. Juan la abrió con la delicadeza de quién abre un tesoro, como si fuese un regalo muy delicado, con paciencia. Me entregó el primer libro. Yo me calmé un poco. Entonces hice como el ganado malo, no fui a saludar a nadie, sino que me aparté en un rincón a ojear sus 250 páginas y sus cinco prólogos, que no están allí por casualidad. Juancho tiene poder de convocatoria y los autores de los textos son reconocidos escritores y periodistas. Se merecen un texto por aparte.
Yo estaba como mordido de puerco, no hallaba conexión espiritual con el lugar, pese a que allí presenté cuatro de mis libros, especialmente en la Fiesta del Pensamiento. La gente seguía llegando de a poco. La música de Adolfo Pacheco para mí sonaba muy triste.
Era la primera vez que me enfrentaba a este escenario sin la presencia del maestro más grande de nuestra identidad, pese a que todo lo llenaba sus recuerdos.
Aún no hemos aprendido la plana que Adolfo, el profesor ,nos dejó.
Yo tenía miedo de subir al escenario y tomar el micrófono. Me acordé de Silvestre Dangond,que ya no lo sentis. El miedo es bueno sentirlo. Yo tenía ganas de beber y tenia miedo de cantar .Me daba pena.
Juan Carlos es un tipo inteligente, políticamente correcto, gran relacionista público y con un humor fino y sutil. Como yo le había dicho que tenía miedo trató de ayudarme . Me dijo que yo era el culpable de que fuese periodista. No cualquier periodista. Me puse colorado.
Apenas Juan Carlos habló se me fue pasando el miedo, pero se me olvidó la canción de imágenes.! Que metida de pata! Y lo peor es que todo lo estaban grabando .
Era una sensación ambigua, de tristeza por la ausencia de Adolfo y de alegría por un nuevo parto literario.
Todo se fue desarrollando muy normal, y hasta el señor Alcalde se expresó muy bien, con una anécdota genial. Adolfo le pagó unos honorarios que aún conserva en su cartera,cómo músico.Toda una reliquia.
Hasta Dimas Manuel Solano se rajó excelentes apuntes, como músico acompañante por muchos años de Adolfo.
La guitarra de Nelson Espinoza, mágica.
Y los apuntes – como primicia – de doña Ladys ,geniales.
La ventaja de estar bien acompañados es que entre todos sacamos la tarea. Ha sido un acto mágico que puede trascender en el tiempo y con el tiempo, como el principio de nuevos tiempos y de otras miradas.
Sin duda, un texto íntimo , que inaugura otro tiempo de Adolfo Pacheco, para que siga creciendo la leyenda.