Crónica a Talaigua -2-
Muchos la dan como masculina, a mi me suena a Mujer. ¿Talaigua nuevo, Talaigua nueva?
Por Alfonso Hamburger
Doña Rosalba Martínez Panza, alma del festival de escritores y tradiciones de Talaigua nuevo.
El viejo nos despertó con su guitarra a las tres y treinta minutos de la madrugada del viernes 22 de marzo. Estábamos en un hotel de un solo piso, en el malecón sembrado de yuca de Santa Ana, Magdalena, donde habíamos llegado la noche del jueves 21, invitados por Rosalba Martínez Panza. Concurrimos en la pieza número tres, con camarotes de dos pisos y un baño.
El viejo, que se iba a convertir después en la guía espiritual del grupo, se levantó, fue al baño, hizo lo que hizo, se bañó, se perfumó, se puso una pinta casual, tomó su guitarra y comenzó con los acordes de la hamaca grande. Para mi era demasiado temprano para cantar, como me había pedido, pero con semejante tema, que es como la cédula de identidad de todo San Jacintero farto, me revolví en la cama, me senté en el borde y le acompañé , poniendo unos coros contestatarios, más alegantes que en la original. Entendí que la practica hace al maestro y no podíamos fallar en la instancia final.
Alfonso Hamburger, Pedro Mancera y Janeth Álvarez, en la iglesia de la Candelaria en Magangué.
Apenas recordé, que, por la noche, al llegar al hotel con Rosalba Martínez, en todo el vestíbulo aparecieron dos hombres morenos que ya peinan canas, con ciertas ínfulas de escritores famosos. Uno de ellos, el más bajito y “rechonchito”, entrón y parlador, dijo llamarse Alfonso como yo, y el otro, el viejo de la guitarra, Don Pedro Mancera, inmediatamente impactó con su don de gente. El único ápice de esa vanidad que llevan los escritores fue que se adelantaron a inscribirse de primero, cuando este pechito estaba en la cabeza de la fila. Fueron momentos de confusión. Yo caigo bien de entrada, pero cuando me van conociendo, saben que no soy una gran cosa, pero el grupo tuvo eso que los jóvenes llaman filin. Y fue confuso porque la magia de estas tierras ubérrimas- y no me refiero a la finca de Uribe- impactan al forastero. Yo tenía un zumbido en los oídos desde mi llegada, a eso de las siete, con punto de referencia en la iglesia, que no tenía pierde, poque aquí iglesia es iglesia católica, no obstante, de que la constitución del 91 hizo una apertura a las iglesias de garaje. Y el termino iglesia es confuso, peque iglesia es la gente que se congrega y el templo es la construcción, pero don Pedro nos diría, más adelante, que nuestro cuerpo es el templo de Dios.
Los dos hombres, que más que escritores se iban a convertir en amigos- para evitar ese ego de todo artista- fueron de fácil identificación, Alfonso tiene mi nombre y el apellido de mi abuela, Herrera. Su segundo apellido es Urbina, como la del compositor Hernán Urbina Joiro. Y Mancera, un hombre con un espíritu redentor, me iba a sorprender por ser Mancera de los buenos y no el de la ex fiscal de marras. La primera impresión, en medio de la confusión de las maletas que se intercambian, es que éramos del mismo bando, progresistas venidos de pueblos de por aquí mismo, con venas musicales y buenos para hablar y comer.
Doña Rosalba es una mujer bajita, pero dinámica, bastante emotiva, que se va en abrazos y atenciones, hasta ruborizarnos y más aún cuando coincidimos en Blas Panza, un carpintero con porte de senador, alto, grueso y colorado, con alma de ministro, que fue el mejor criador de chivos y carpintero fino del pueblo, su tío que ella fue a visitar a San Jacinto de ocho años. Ese fue el primer entronque, cuando me llamó por primera vez para confirmar mi estadía en Talaigua, un pueblo que yo quería conocer, porque tengo gratas amistades de allá.
Echa un ocho, que tenia que multiplicarse , porque estaban llegando las primeras delegaciones, Rosalbita- ojalá la inspiración de Julio Herazo- nos había invitado a comer carne de res asada, pero el lugar más in de Santa Ana, estaba cerrado, de modo que nos dejó comiendo pollo. Fue la primera charla con don Pedro, que nos iba a despertar con su guitarra. Don Alfonso Herrera Urbina, que es un político de toda una vida, 24 horas siete, como dicen ahora, se había perdido, como se iba a perder en una moto para Mompox al día siguiente, porque llegaba el presidente Gustavo Petro.
La confusión de maletas se presentó porque metimos los morrales en la parte trasera de un bicitaxi- que son los que priman acá- y allí estaba oscuro y de noche todos los gatos son pardos. Yo llevaba un enredo de cosas, como una mochila de fique, una cava con insulina y un morral de colegio con dos mudas de ropa arrugadas y varios libros. Al bajarme saqué sin ver un morral y me lo eché al hombro, olvidé mi mochila y tomé la cava, pero Doña Rosalba ya llevaba mi morral. Fue por eso por lo que en la recepción me sentí extraño. Tomé el morral pesado y lo puse en el vestíbulo. ¿En ese momento observé que el mío estaba más adelante, mientras don Alfonso ya había puesto una denuncia por la pérdida de lo que era el último remanente de su exitoso libro “Ajá y porqué Uribe no está preso? Solo con el titulo uno se asusta y más aun con la carátula, donde el expresidente aparece tras las rejas. Y lo peor, este Alfonso sin miedo, no deja se reírse y de hablar de sus pilatunas y de su hijo que se especializa a en Cuba. Y también habla eufórico del periodista que vino a hacerle una entrevista internacional desde Bogotá, que duró 40 minutos.
Aclarada la confusión aun me zumbaban los oídos, entonces nos fuimos a la habitación número tres, donde nos esperaba una larga charla y de intercambio de egos.
Continuará…