LANDERO, REY DE LA CUMBIA EN SINCELEJO
Sincelejo, pese a sus dos reyes vallenatos ( cuatro con los dos Ochoa, residentes aqui), no ha sido tierra de mucho raigambre del acordeón. Más bien han sido los grupos corralejeros, las orquestas y los pitos, los que han primado. Pemeca, Pedro Emiro Mendoza Caldera, autor del porro Placita de Majagual, tenía un tío con mucho dinero, que festejaba sus cumpleaños con bandas de vientos. No gustaba del acordeón, pero cuando escuchó a Andrés Landero, se quedaron rendidos antes aquellas cumbias que parecían un regalo de Dios.
Al principio el viejo Mendoza estaba retrechero, porque creía que se trataba de un acordeón “tiritirí”, de los tantos necios que llegaban a las fiestas, “los tírame algo” pero al verlo tocar, y escuchar aquel acordeón grueso y melodioso, que lloraba a veces, cayó rendido a sus pies. Se fueron a su finca, para los lados de Toluviejo, compraron un jeep carpado de licor y se fueron. Se dedicaron a parrandear. La banda tocaba una tanda, Landero otra. Mataron tres vacas. Al tercer día por la noche ya había gente delirante. Algunos vieron que en los matorrales, mientras Landero tocaba cumbias, que una candela quemaba el monte. Aquella candela parecía un demonio que les hacía aparatos. Conformaron una comisión de notables, que armados de escopetas y machetes, se fueron a cazar aquella luz que se movía bajo un platanal. No se trataba del Diablo. Eran varias parejas de campesinos de los alrededores, que al escuchar a Landero, no se aguantaron y formaron su cumbiamba clandestina bajo los matorrales. Los amos los integraron a la parranda.
HOMENAJE INMORTAL.
Dos años antes de la muerte de Landero, ocurrida en Cartagena el primero de marzo del año dos mil, el doctor Sadys Alfonso Martínez y este servidor fuimos a Barranquilla a invitar a Alfredo Gutiérrez para un homenaje nacional a Andrés Landero en Sincelejo. Nunca antes le habían hecho algo digno de su grandeza.
Gutiérrez nos recibió con mucho aprecio en su casa del norte de Barranquilla, done se sintió complacido de venir a Sincelejo. Igual fuimos a Ciénaga de Oro a invitar al maestro Pablito Flórez, en su finca “La Flojera”. Escogimos el 30 de Julio de 1998 y el recién estrenado Teatro de Sincelejo. Se sumaron Felipe Paternina, Abel Antonio Villa, Los Corraleros de Majagual con Nacho Paredes y La Banda Juvenil de Chochó.
Fue el homenaje más grande que se le hiciera en vida al maestro Andrés Landero , quien recibió la orden Mariscal Sucre por parte de La Gobernación de Sucre y La máxima distinción de la ciudad de Sincelejo, en manos del Secretario de Educación, Marcos Bertel. No cupo la gente en el teatro. A las doce de la noche no cabía un alma. La portera del teatro dejó la puerta sola y se fue a ver el show de Alfredo Gutiérrez, quien demoró dos horas y 35 minutos en escena. Tenía varios años que no venía a Sincelejo. Sólo cobrò por los músicos. Vino gratis, por tratarse de Landero, de quien dijo que su nota parecía simple, pero era muy complicado imitarlo. Alfredo nos deleitò con Las Mairadas de Magalys, La Hamaca Grande, Flamenco, entre otras.
Fue tan impresionante el evento, que los vendedores ambulantes se aglomeraron en la puerta del teatro abierta, que había quedado sola, pero no se atrevían a entrar. Aquello fue majestuoso. Ocurrió como cuando la música doma a una serpiente.
La gente se emocionó tanto que no se aguantó las ganas de beber y al otro día, los aseadores del teatro, hallaron 66 botellas de wiski vacías. Eso nos causó mala prensa.
Landero ya estaba enfermo y no pudo tocar. En la primera fila del teatro, Landero estaba acompañado por su hija Aracelys y sus nietos, entre ellos Jeison, que era un niño. Aracelys, dijo que no sabe cómo Landero no se murió aquella noche, pues ella estaba a su lado y el corazón le brincaba de la emoción. Además de las medallas, a Landero se le dio un dinero, pero nunca era suficiente.
Un domingo después, mientras este corresponsal caminaba a la oficina de El Heraldo, donde me desempeñaba como periodista, me encontré con Pey Vergara, quien me dijo que en la puerta de la empresa estaba esperándome Andrés Landero. Me había ido a visitar muy temprano. Lo invité a desayunar y le facilité los pasajes de regreso a San Jacinto, con un vale, para que uno de mis hermanos le diera un dinero, que después cancelé. Era la segunda parte de sus honorarios. Desde allí iniciamos una relación muy estrecha que nunca imaginamos, porque un personaje tan grande y tan sencillo a la vez, no nace todos los días. Landero sigue vivo. La historia le ha ido dando la razón a quienes lanzaron piedras en la plaza Alfonso López por sus derrotas lamentables en Valledupar. Mientras la imagen de Landero crece como la espuma a nivel internacional, sus verdugos han desaparecido de la faz de la tierra. Mientras las melodías de Landero, densas y terrígenas, son patrones mundiales, aquellos que elevaron a la fuerza, hoy son miniaturas antes su imagen.
Lamentablemente, aquellas tres horas de grabación del homenaje a Landero en Sincelejo , realizadas por Mustafá Viana ( q.e.p.d), se hallan extraviadas. Sería un privilegio contar con aquel documento.