El Pechichón de Mamá(II)

 El Pechichón de mamá puede superar al Viejo Miguel.

Por ALFONSO HAMBURGER

Allí está pintado Miguel Adolfo. Es igualito a su papá. Me pidió, sin tapujos y sin ruborizarse, que no le dejara por fuera la historia de Paola Montilla Pereira, una novia con la que iba a casarse , muchacha hermosa de ancestros San jacinteros y con quien vivió un tórrido romance de adolescente. Eran unos amores gusto a gusto. Elvia Pereira, madre de la novia, era muy gustosa. Ambas familias se morían por la unión. La familia Montilla Pereira tenían dos estaciones de gasolina en Cartagena y Paola se pasaba las vacaciones en el extranjero. Miguel, que le llevaba algunos años, ya era un pollo jugado en patios propios y ajenos, que con su guitarra y el nombre de su padre, iba devastando el gallinero de barrio en barrio. Para entonces ya tenía una hija en el barrio La Gloria, a la que puso por nombre Olga Mercedes Pacheco Guzmán.

El Pechichón de Mamá dice que es una historia fantástica, real, sin ser fantasiosa, que ocurre entre la compra y la venta del Serrucho, un patrimonio familiar memorable, donde concurrieron los Cara Brava, un grupo selecto de amigos, como Juan Elías Díaz, Salomón Pérez, Anwar Mussy, Dionisio y Luis Anillo, Pachin Vásquez, entre otros. El único que no quiso ir fue Miguel Pacheco Anillo, el de la píldora de maíz. Para convencerlo Adolfo le dijo que en El Serrucho soplaba una brisa muy fresca a lo que Miguel le respondió que cogieran una bolsa, la llenaran de aquella brisa , le amarraran la boca y se la llevaran a San Jacinto para echarse fresco. Pero que no iba ni amarrado.

Miguel, que era godo, le había cogido miedo a la guerrilla, que ya merodeaba esos contornos.

Miguel Adolfo se describe como un revoltillo, porque no tenía un grupo exclusivo. Penetraba con su guitarra en todas las clases sociales. No cobraba por cantar, pero sí era bueno con el sancocho. Y cuando podía ponía plata de su bolsillo para el ron. Su situación económica no era buena, pero después Adolfo Pacheco consiguió un buen empleo en la Secretaría de Fomento y Desarrollo de Bolívar y adquirió unos bienes, entre ellos el famoso Toyota amarillo.

Fue en los tiempos del Serrucho . En realidad la hacienda ubicada en Las Palmas, pero que tributaba en San Juan Nepomuceno ,se llamaba Andalucía y como era larga y con picos altos que parecían los dientes de un serrucho, los palmeros, de por sí burlones, le decían El Serrucho. Adolfo se la compró a mi papá, Nelson Hamburger Herrera. Y a su vez mi papá la había adquirido de Diego Fontalvo, un pariente de Julio Abel Fontalvo, que se había ido a vivir a Barranquilla.

Miguel Adolfo había terminado su bachillerato y pocas esperanzas tenía de ingresar a estudiar medicina, porque era muy difícil pasar en la Universidad de Cartagena, que era como ganarse una lotería, porque ni pensar en una universidad privada. Eso era un sueño. La competencia era muy dura. Más sin embargo, Miguel Adolfo había ganado buenas notas en biología, física y matemáticas, lo que lo impulsaba hacia esa disciplina, mientras su papá pensaba en el derecho.

Adolfo Pacheco era un mulo para trabajar. Quería tragarse el mundo para darle lo mejor a sus hijos, que ya eran siete, pero Miguel Adolfo le había salido muy parrandero y mujeriego. Además, le había seguido los pasos en la composición y en el canto. También en asunto de mujeres. A los 18 años no sólo le había grabado Joe Arroyo, sino que andaba «enmanojado» con los hermanos Lora y Oswaldo Olivera, que surgía con fuerza y había hecho pareja con Ramoncito Vargas. Además, los hermanos Lora llevaron por esas calendas a Chelito de Castro a San Jacinto, enamorándose de la voz de Oswaldo Olivera, quien se fue para Barranquilla.

Miguel confiesa que tenía gran facilidad para componer salsa, como si hubiera nacido en Cali y que sus salsas parecen hechas por el mejor salsero. Esa vena no es de los Pacheco, sino de Los Brieva, fundadores de la banda 16 de  Agosto, La famosa Secante.

A Miguel Adolfo, en ese engreimiento juvenil, le gustaban las cosas buenas y hacer sentir su poderío. Era el hijo predilecto de su papá, tal como Adolfo lo había expresado en el paseo El Profesor. Era su retoño preferido. Fueron cuatro, con Olga ,Mercedes y Adolfo, los Pacheco Lora, de los orgullosos sin plata, quienes habían sacado la melancolía de los Brieva, todos becados en el Instituto Rodríguez. Ninguno pagó un sólo peso. Heredero supremo del prestigioso compositor y abogado Adolfo Pacheco, casado con Ladis Anillo, autor de ciento cincuenta clásicos y dueño del Serrucho, que era su patrocinador, pero no dejaba de advertirle que tuviera mucho cuidado con las mujeres y no le fueran a cortar la cabeza. Todos eran gustosos con Paola Montilla, pero Adolfo tenía sus dudas, por la juventud de su hijo ,y  así se lo hizo ver. Hoy Miguel Adolfo no recuerda muy bien por qué no hubo matrimonio. Después se fue por diversos vericuetos sentimentales, a punto de que le cortaran la cabeza, incluso las huevas, hasta completar cinco hijos, en  una rutina calcada de su papá.

A Miguel Adolfo se le dio no sólo el deseo de casarse con Paola Montilla, sino de anunciar el matrimonio del año con bombos y platillos. Pensó que la fecha cumbre prematrimonial sería el 25 de junio, día de su cumpleaños. Paola, por coincidencia, cumple los 29 de junio, de modo que acordaron unir las fechas.

la familia Pacheco Lora, en pleno.

El festejo sería por lo alto. Apartaron la caseta Tres Esquinas, que estaba de moda y era mencionada en algunos discos. Miguel Adolfo consiguió que la Fábrica de Licores de Bolívar les regalara ron en pasta, en toneles casi al ciento por ciento de pureza. Por ese tiempo había llegado un profesor cartagenero al colegio Pío XII hablando de alcanos y alquenos. Era el químico Jorge Gómez, entonces en amores con Doris Wilches, con quien se casó.

Prepararon ron para todo el mundo. Había licor para hacer llover ron en San Jacinto. Música no iba a faltar. Participaron diez grupos ,todos gratis. El anuncio del matrimonio fue un verdadero festival en el que no se le cerró las puertas a nadie y asistieron unas tres mil personas. Era el hijo de Adolfo el que se iba a casar. No joda!

Pero ocurrió algo. Adolfo Pacheco estaba negociando la venta del Serrucho, una transacción muy importante para el futuro familiar y no pudo ir a la fiesta, entonces, con aquel guayabo moral, le compuso El Pechichón de Mamá.

II

La fiesta se cuajó de lo lindo. Hubo gente borracha a tutiplén. No había comida para mantener a tanta gente, pero si ron suficiente para celebrar la vida y hasta para llorar de felicidad.

Pero hubo una falla, Adolfo Pacheco Anillo, quien había sido incluido en el cartel promocional, no fue.

Aquel 25 de junio de 1986 cayó en un día normal. No era sábado ni domingo. Adolfo Pacheco Anillo quería salir rápido del Serrucho, con el dolor en el alma, después que se había convertido en un gran negocio. Como no había agua y el verano era largo, Pacheco mandó a construir una tapa de dimensiones colosales , que copaba casi un kilómetro de espejo de agua, encajonada entre dos picos altos. Sembraba maíz, yuca, ñame, tenía doscientos gallos de cría , unos mil patos, centenares de carneros y ganado vacuno para la leche. El queso y el suero tenían fama. Al rancho de palma que halló, construido por el gaitero Avelino Escobar- según éste un edificio- le anexó una casa de material techada en zinc y ordenó construir carreteables dignos como para llegar hasta El Serrucho manejando su Toyota amarillo.

Pero aquellos adelantos pronto fueron vistos con malos ojos por la subversión que más rápido que tarde se apoderó del territorio, llevando destrucción y muerte. A la primera carta extorsiva Adolfo Pacheco Anillo no se inmutó, pero empezó a preocuparse cuando un día que llegó encontró el techo de zinc colado a plomo. Después incendiaron el racho que edificó Avelino Escobar.

El día del cumpleaños número veintidós de Miguel Adolfo ,su papá estaba finiquitando la venta del Serrucho , en El Carmen de Bolívar. Y cómo siempre, este tipo de ventas en los pueblos termina en parranda. Vino un trago y después otro trago. Se entusiasmó y se le olvidó la cita con su primogénito. Miguel defiende está posición privilegiada porque el primer retoño de su padre, Andrés ,el sanjuanero cantor, había sido producto de una trama del viejo Miguel, quien quería comprobar si su hijo era pendejo o le gustaban las mujeres, en tiempos que sólo le prestaba atención a la música. Y dice Miguel Adolfo que siempre fue el compañero predilecto de Adolfo e impulsor de sus canciones. Igual asegura que cuando las practicaban juntos empezó a meterle arreglos más modernos, influenciado por los vallenatos, que ya se estaban metiendo en el territorio.  Muchas canciones, cómo Me rindo Majestad, primero pasaron por el cedazo de Miguel Adolfo. Las ensayaban juntos.

La caseta Tres Esquinas estaba a reventar, pero Adolfo Pacheco Anillo no llegó al cumpleaños de su pechichón, que ya estudiaba medicina en la Universidad Metropolitana de Barranquilla y anunciaba su matrimonio con la joven Paola Montilla Pereira. Había entrado a la universidad en contra de su padre, en el segundo semestre de 1985, pues él ( Adolfo)lo quería en la Universidad de Cartagena, donde le habían prometido un cupo, pero nunca le cumplieron.

Fue necesario una sublevación familiar, del lado de los Lora Brieva, quienes decían que Miguel Adolfo no era hijo de menor  madre y que le iban a demostrar a Adolfo que sí iba a estudiar por encima del que fuera. Hubo una asamblea familiar en casa del doctor Marquito Sierra, en la que también participó Emiro Mercado y Carmen Zuleta, que al fin prestó los 700 mil pesos que valía la matrícula, que en ese año era un dineral. Una casa en San Jacinto no pasaba de 200 mil pesos. Aquel bulto de plata fue llevado revuelto con yuca y ñame para disimular, en el bus de Quito.

En la fiesta de cumpleaños, que se había convertido en un anuncio matrimonial, todos preguntaron por Adolfo Pacheco Anillo, pero nunca llegó.

III

El 26 de junio Miguel Adolfo amaneció con doble guayabo. Del ron y del desprecio de su padre. Estaba en eso cuando oyó la bocina del Toyota amarillo. Era Adolfo Pacheco, que llegaba en persona a disculparse.
Miguel Adolfo salió descamisado, lo que no era usual en él, a reclamarle a su padre, pero Adolfo le pidió que se pusiera la camisa y sacara la guitarra, porque le llevaba el regalo de cumpleaños.

-!Me embolaté con lo del Serrucho, pero te traje algo mejor!, Le dijo desde el Toyota amarillo.

– Súbete, le ordenó, como el día que llegó a buscarlo en Cartagena para mocharle las huevas cuando supo que tenía preñada a la mujer por segunda vez. No había terminado sus estudios y ya tenia cuatro hijos.

Miguel Adolfo todavía estaba huraño cuando llegaron donde Pachín, que era el líder supremo de Los Cara Brava.
Fue un día inolvidable. Adolfo estrenó el pechichón de mamá, que se convirtió en el mejor regalo de cumpleaños de Miguel Adolfo, en sus 58 años. Dice que por su historia y su melodía, cuando sea grabado por un Poncho Zuleta o por un Iván Villazón, será un éxito tan grande como El Viejo Miguel.

En medio de la parranda, Juan Elías Díaz, que era suspicaz, dijo que en el título Adolfo Pacheco Anillo estaba encubriendo su verdadera intención, para no disgustar al resto de los retoños.

No era el pechichón de mamá. Se trataba del pechichón de papá.

IV

Miguel Adolfo, A los 18 años, con Ramoncito Vargas.

El pechichón de mamá

Que guayabo, que guayabo
Tengo un guayabo moral
Porque no asistí al cumpleaños del pechichón de mamá.
Pero Migue conoce el temperamento
Porque él mismo lo heredó de su papá
Y sabe que no es falta de sentimientos
Es que el ron quita responsabilidad.
Me ajumé por la firma de un documento.
Que aumentaba el patrimonio familiar
Pero no te preocupes que los Pacheco
Pagan doble, pecan, rezan pa empatá.
Miguel Adolfo no sabe que yo
Le tengo la vida asegurá.
Cuando la gente le diga doctor le voy a hacer un regalo especial
Se lo merece porque con sudor se ha convertido en un profesional.

II

El 25 de junio del año 64
La virgen del Carmen pudo regalarme a este muchacho.
Y salió exactamente como quería
Con la raza típica del bisabuelo
Ese que pequeño me enseñó poesías
Porque mi cantar no lo cogí del suelo
De los Brieva sacas la melancolía, el Lora te da el orgullo sin dinero
Y si aspiras de las damas la ambrosia ,te metiste en los predios de tu abuelo.
Miguel Adolfo ya sé enamoró de una chica muy sentimental.
En ese lío no me meto yo.
La que el escoja la voy a aceptar porque yo sé que Migue en el amor también es todo un profesional.

III

En San Juan Nepomuceno vive tu hermano mayor , ese que salió cantor, como tú buen heredero.
Porque dejo 150 canciones que se escuchan por aquí a cada momento.
No dejo plata ni bienes a montones pero si les dejo un nombre de respeto.
Mercedes y Olga les dejo mis sones
A Adolfo y José mis merengues completos.
A Gloria el resto de mis inspiraciones, digan si no es lógico mi testamento.
Y a las mujeres que han sido mamá de mis hijos en vida legué.
La fortuna de ser un papá chévere cuando las conquisté.
A todas ellas les dejo el solar
Del corazón que ya les entregué.

Autor :Adolfo Pacheco anillo

Epilogo.

Lo único que Miguel Adolfo le criticó al regalo y así se lo hizo saber a su papá, fue haberlo echado al agua con el asunto de la fecha de nacimiento, 25 de junio de 1964, 58 años cumplidos.

Fue donde Adolfo, sacando todo su verbo sutil, le dijo que él en su biografía, Mí Niñez, se había tirado la soga al cuello, al revelar que nació un ocho de Agosto de 1940. Y no le ha pasado nada.

V

No siempre fueron tiempos de vacas gordas en El Serrucho. Hubo un tiempo en que se apretó el barro en la familia y Miguel Adolfo tuvo que retirarse un semestre de la Universidad. No hubo para la matrícula. Se inventó una mentira piadosa para excusarse con la sociedad y su familia, pero fue un semestre maravilloso, en que se dedicó a la guaquería.

Dos de los personajes que conocieron El Serrucho fueron Salomón Pérez Janaceth y Anwar Mussy, quien había llegado de Ovejas, era guaquero de profesión y tenía rifa El Masare, que jugaba dos veces al día ,tirada con una plumilla, en La Plaza. Su slogan era, pero eso fue ayer.

Mussy era ágil y ambicioso. Conocía el.negocio de profanar tumbas dormidas a la perfección y se había hecho rico con un solo hallazgo .Con solo ver las huellas y los rastros que dejaba un aguacero en el camino, sabía si se trataba de joyas de oro,barro o tumbaga. El Serrucho estaba lleno de tumbas . Y probablemente eran de oro, por la cercanía del río, que sólo era subirse en una colina y largar la mirada al noreste y allá abajo se observaba esa figura plateada y refulgente que serpenteaba sobre el valle. Era el gran Yuma, a la altura de Plato y Tenerife. Incluso, cuando las guacharacas cesaban su canto detrás de la espesura de los montes, por la mañana, se alcanzaban a oír los bramidos del buque y del planchón que cruzaban de Plato a Jesús del río.

El de la idea fue Salomón Pérez Janaceth, casado con una hermana de Ladis, concuñado de Adolfo Pacheco Anillo, que estaba varado. A Mussy se le iban los ojos cuando vio los primeros tiestos. Solo era escarbar y allí estaban las vasijas. Máximo excavaban un metro. Llevaron todos los pertrechos de un profesional del ramo. Guantes, brochas, palas, picones y aerosoles para la picadura de animales. Excavaron centenares de tumbas detrás del mausoleo del cacique, pero Mussy sabía que aquellos indios eran pobres, porque todo lo hacían en barro y se aburrió. Se largó o no quería compartir fortuna con aprendices.

A Miguel Adolfo y a Salomón Pérez Janaceth se les despertó la codicia y como ya se sabían expertos siguieron explorando, hasta que meses después tiraron las palas ,convencidos de que aquellos indios fueron muy pobres.
La tumba del cacique, que debía estar repleta de oro, jamás apareció.

Continuará.

Alfonso Hamburger

Celebro la Gaita por que es el principio de la música.

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