EL LOBO Y EL DIABLO… O AL REVÉS.

.Nos metíamos debajo de la cama. Se ponía el dedo índice en la boca, diciéndome ¡shhhhh!…y al oído me susurraba: ¡Quédate calladita, que así te ves más bonita!

Por: Lilia Miranda


– ¡Juguemos en el bosque mientras el lobo está!… ¿Lobo estás? Salíamos corriendo a escondernos para que, al que le tocara buscarnos, nos encontrara.

– ¡Ven, debajo de la cama es mejor, allá nadie nos ve!

Nos metíamos debajo de la cama. Se ponía el dedo índice en la boca, diciéndome ¡shhhhh!…y al oído me susurraba: ¡Quédate calladita, que así te ves más bonita!

Me tocaba mi cabello largo y crespo con mucha delicadeza y sentía una cosa rara de pies a cabeza. Como escalofríos con cosquillas a la vez.
A mis 8 años, empezaba a percibir que algo me palpitaba en la entrepierna. Yo rogaba que nos encontraran cuando ya la mano de él empezaba a bajar por las tetas (que aún no me salían) y se deslizaba por mis calzones. En ese momento me hacía la loca y salía para que me encontraran. -¡Embrujada, te cogió el lobo!. Y yo pensaba: -Hum… El lobo se quedó debajo de la cama.

-¡Juguemos en el bosque mientras el lobo está!…¿Lobo estás? De nuevo a correr a escondernos y nuevamente me llevaba debajo de la cama. Yo siempre perdía por salir antes de tiempo…ya ustedes saben por qué.

Otras veces ya no era el juego del lobo. Era una visita que llegaba por las tardes cuando yo estaba sola, haciendo mis tareas. Una chica de unos 14 años, fea, flaca y desgarbada (recuerdo que siempre olía a trapo sucio) que trabajaba de empleada en el segundo piso. Mi mamá le recomendaba que fuera a darme una vuelta. -“Mira que la niña se queda sola”. Eso pasaba todos los miércoles que mi mamá debía ir a la iglesia evangélica y mis hermanos nunca estaban. Ella tocaba la puerta, yo le abría con el corazón en la mano, o la mano en el corazón. Me agarraba mi mano pequeñita y temblorosa, con mi corazón allí palpitando, me encerraba en el closet y empezaba a chuparme la boca, como cuando uno chupa un tetero o una paleta de leche. Me babeaba toda la cara, metía su lengua en mi boca y yo sentía un olor como de esos cuando uno juega echarse saliva en el brazo y se soba y dice: “Huélete”. ¡Guácala… te huele el brazo a mierda de gallina! -Así tal cual, a mierda de gallina olían aquellas babas, con su lengua de babosa oscura. Además, un olor a cebolla y a yema de huevo revuelto. Me daban ganas de vomitar, pero ¿qué hacía? Dejarme chupar la boca y la lengua. Eso sí, solo era eso, nada más. Luego se iba corriendo y yo quedaba sola de nuevo. Con aquel sabor a mierda de gallina en mi cara. Creo que ustedes no saben a qué sabe la mierda de gallina….

Entonces, eran dos desgraciados los que llegaban a la casa a despertar en mí, los deseos que siempre me decía mi mamá que no debía sentir.

-“Nunca te toques ahí abajo que eso es pecado.” “Si te tocas, te lleva el diablo”. “Si te dan ganas, te arrodillas y le pides a dios que te quite eso de la mente”, “Si llueve y truena muy duro, esa es la ira de Dios que te está regañando”.

Y volvía el juego del lobo y Wilson me agarraba mi manito pequeña con mi corazoncito adentro latiendo, se metía conmigo debajo de la cama. “Tócame aquí que me duele”, me decía bajito. Yo lo tocaba y sentía que algo muy duro le palpitaba debajo del pantalón.
-Ustedes me perdonarán, pero no tengo otra manera de contarles esto. -¿O es que quieren hacerse los pendejos? -¿Que no ha pasado nada? -¿Entonces para qué me traen acá? -¿Para qué le cuento esto a una señora que no conozco? -¿Acaso ella me va a quitar esto que me brinca allá abajo?

Tanto pedirle a Dios que me quitara esto que vengo sintiendo para que no me llevara el diablo… Y ahora esta señora de mierda… dizque nos arrodilláramos a orar a pedirle perdón a Dios. Si me trajeron acá…pues se aguantan hasta que termine. A mí no me jodan.

-¡Niña de Dios! -¿Qué es ese vocabulario? -¿Quién te ha enseñado eso? Ahh pues…. Vaya uno a saber. Me vendría del cielo, o del diablo, que me llevó hace rato.

Había noches en que nos sentábamos a ver películas y él se me sentaba al lado. Como hacía frío, usábamos cobijas para arroparnos y quedábamos los dos tapados de la cintura para abajo. Esta vez ya la mano iba directamente a mi entrepierna. Suave, suavecito. Me acariciaba y yo temblaba de miedo. El corazón me latía, no podía ni tragar saliva. Gritaba desde mi mente: -¡Ayúdame diosito! -pero así… hablando desde la mente. ¿Si me enseñaron a orar mentalmente, entonces…Dios escucha la mente?… ¡Pues la mía no!. -¿La de ustedes sí? -¡Díganme cómo funciona eso, porque a mí esa mierda nunca me funcionó!

Todos estaban mirando la televisión y nadie se daba cuenta que la mano del lobo ya había cruzado mis calzones. -¡Y claro! Pasaban los días y yo empecé fue a sentir que la cosa me gustaba. Que algo allá abajo se me movía. -¿Qué sabía yo de placeres? -¿Es que me masajeaba suave, saben?. Después de que Wilson me tocaba, me iba a la cama con susto de que el dichoso diablo apareciera, pero no a llevarme, sino a salvarme de aquellas manos grandes. Porque mi mamá me había dicho que el diablo tenía las manos grandes, entonces… -¿Wilson era el diablo que me estaba llevando? -¿A dónde? -¿Si me tocaba rico?

Así pasaron semanas y hasta meses, y yo empezaba a desear la llegada de Wilson, para jugar de nuevo al Lobo está y me llevara debajo de la cama. Había descansado de la visita de aquellas tardes de olor a mierda de gallina y lengua babosa porque la habían despedido de la casa donde trabajaba y yo feliz; a mi me gustaba era Wilson con sus manos de diablo.

Hasta que un día, llegó mi diablo y me agarró por detrás. Fuertemente empezó a bajarme mis calzones rosaditos y ahí si no me gustaba lo que el diablo me hacía, porque era como a las bravas. A mí me gustaba despacito. No lo niego. Mis manitas y mi corazón en ellas latiendo, se pusieron rojas de hacer fuerza tratando de desatarme. Cuando ya casi una de sus manos llegaba a mi entrepierna, sentí que me orinaba del susto. Y…¡pum! se abrió una puerta y entró una señora que a veces le ayudaba a mi mamá con los oficios. Él y yo volteamos la mirada, me soltó de una vez, salió corriendo. Todo quedó en silencio, la señora me subió mis calzones y se metió a la cocina, mi mamá nunca se enteró y el diablo nunca regresó

Alfonso Hamburger

Celebro la Gaita por que es el principio de la música.

7 Comments

  1. Una historia muy real y sentida.
    Vocabulario contextualizado.
    El relato despierta interés y suspenso durante toda la lectura.
    Creo que muchas mujeres nos podemos identificar con este estupendo cuento

  2. Cada vez se torna mejor los cuernos..y realmente insiste a leer ..una costumbre que hoy día no se practica..la lectura…por ello los cuentos de muchas realidades se vuelven interesantes ….dando muchas senciones en su conteo….mis saludos Lilian

  3. Un cuento de ciencia ficción , o de terror para muchos, o cruda realidad para otros 😭🤔
    Felicidades tía hermosa estos contenidos nos llevan a reflexionar 👍 me tocó el ❤️

  4. Lo más triste de todo es que estos abusos, a ciegas de los adultos que izque nos cuidaban, no son ciencia ficción, son la pura realidad, a mi me pasaron cosas parecidas que me dejaron con marcas de culpabilidad por mucho tiempo y afectó mi posterior sexualidad; afortunadamente lo superé, pero quedé con secuelas, muchas veces he sentido una gran apatía por la sexualidad… y una buena carcajada la siento mejor que un orgasmo.

    Te admiro mucho querida amiga Lilia, sos una valiente con tu sinceridad que destapa ollas podridas.

    Felicitaciones por tu relato, me atrapó desde el comienzo, me gusta mucho tu estilo honesto, sin pretenciones que termina en sencillez y belleza.

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