EL ALERO DE LA PALOMA

Sólo una semana después del sepelio tan sentido, una tarde cuando bajó el sol ,me enteré de que el ron que Neil ordenó servir mientras bailábamos al vaivén de la hamaca grande y esperábamos el féretro de Adolfo Pacheco, supe que se trataba de un licor añejado en el Perú.

La mayoría habíamos llorado en silencio, pero en esa gélida madrugada del treinta de Enero , cuando el pueblo reclamaba a su ídolo, el llanto se convirtió en un baile colectivo. Era inevitable mover el cuerpo. Y es difícil explicarlo. Y yo como soy cristiano la muerte me pone triste, había dicho Pacheco,mirándose en el espejo. Ahora estábamos tristes ,pero su música nos envolvía. Era algo inexplicable. Neil tomaba a Jaidivis por la cintura y bailaba con ella y con la hija. Él bajito,ella alta y caderona, Él arriba en un escalón de la escalera de CerroMaco Café ,ella abajo para emparejarse,tanto en el baile como en la estatura. Todo el día habíamos pasado en la espera. Que viene ,que no viene. Que ya salieron de Barranquilla. La música del juglar sonaba por todas partes. Las copas eran tragadas a ojos cerrados. Neil sólo ordenaba ese ron color guarapo. Todos bailaban para celebrar la vida de un hombre sencillo y derrotado en el amor. Ya viene,dijo una voz. Y como si alguien lo hubiera preparado sonó la hamaca grande. Y enseguida las sirenas de La Policía. Adelante las coronas. Después el frío. Y después la carroza, lenta,bajo el aullido de las sirenas, con sus luces que incrementaban el acto tan profundo. Todos corrían .Todos corríamos. Allí frente de la iglesia pronto el ataúd,grande, todos querían tocarlo,cargarlo. Hubo un estruendo de canto,gritos y llanto. La Policía no podía controlar la muchedumbre.
Pronto el ataúd en el centro de la iglesia y todos, primero la familia, después los hermanos Lora- rompí mi timidez y fui el cuarto – vi su piel cetrina, cobriza, su vestido de gala y su boina de Volchevique, y su cara resumida de pronto por el dolor, con la serenidad de los muertos que han cumplido la palabra en la tierra.

El padre Jonathan ,líder de la iglesia, pronto puso orden, evacuó el coso de la nave y puso candado. El féretro quedaba bajo recaudo católico. Le dije varias palabras encendidas. Cuestioné la falta de una cabeza visible. No hubo una tarima.

– Estás alicorado, me dijo, como si llorar,bailar y beber por nuestros muertos fuera un pecado.

–Si padre, es verdad, tuvimos la oportunidad de mejorar una pálida gestión y hasta la muerte nos queda grande.

El padre terminó de poner el candado y la muchedumbre nos fuimos dispersando en el frío de la madrugada. Adolfo no estaba solo. Nos pertenecía a todos, los que lloramos y bailamos su música tan harinosa, nojoda.

( Espere pronto EL ALERO DE LA PALOMA

Alfonso Hamburger

Celebro la Gaita por que es el principio de la música.

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