Crónicas de Talaigua-5-
Por Alfonso Hamburger.
Fotos William Álvarez.
De marqués a rey, en su trono.
El viernes pasó lento y tuvimos que utilizar las cámaras de los celulares para que nos ayudaran a ver tantas emociones encontradas. Después de un segundo cambio de ropas- por el protocolo del blanco- llegamos al restaurante techado en palma, familiar, donde nos daban los alimentos. El menú pasó a un segundo plano, porque nos entretuvimos viendo las manos laboriosas de dos mujeres que preparaban un ramo de flores para los actos protocolarios. Una de ellas era joven, bonita y estaba vestido de blanco. Joce Guillermo Daniels había salido de Cartagena poco más de las nueve de la mañana, por lo que estaría arribando en cualquier momento.
Cuando llegamos al sitio de eventos, en la puerta estaba con una amplia sonrisa, dándonos la bienvenida, la misma mujer joven que arreglaba las flores y que después no iba a dejar de aparecer en todos los actos, inclusive en el video sobre el homenajeado, con su diligencia de hormiga arriera, atenta y amable. Era la hija de Rosalba, Yesnith López Martínez. Cuando revisé su nombre, vi con nostalgia, que ya no llevaba el Panza, que es el apellido que me conecta con este lugar. Blas Panza, que debió ser su tío lejano, fue un personaje en San Jacinto. Yo la miraba y la miraba- casi que hasta ponerla incómoda- y entre más la miraba, más se me parecía a Cielo, a Aurora o a Sol, las hijas de Blas.
Protocolo de bienvenida del primer festival de escritores y tradiciones Rosmar de Talbol, versión Joce Guillermo Daniels.
Aquí es necesario hacer un pare para decir, que la única forma de que estos eventos pervivan- las empresas familiares son las que más duran en Colombia- es con la participación de los amigos y de la familia, caso del Festival Vallenato de Valledupar, que, con toda la crítica, ya lleva 57 años. En el Festival Nacional de Gaitas Francisco llirene de Ovejas, que es un Estado dentro del municipio, para ser presidente tienes que haber nacido con el evento, hace más de 35 años. Alli no se filtran advenedizos. lo mismo pasa con Cofoartes de San Jacinto.
La Fiesta del Pensamiento de San Jacinto está colapsando, porque los organizadores no creyeron que eso iba a crecer y se colaron enemigos o quizás ideologías extremas y se desbordaron.
Y llegó el Marqués.
No quisiera detenerme mucho en los actos protocolarios, matizados por el buen verbo de José Daniels, que entró en medio de una salva de aplausos, en calle de honor y habló durante 25 minutos- y las buenas intervenciones del poeta Simón Villamizar, a quien no conocía- pero me mamó gallo pidiéndome un autógrafo-, con un verbo caliente y un poema al totumo inmortal. Sus revelaciones sobre un encuentro con Gabriel García Márquez, en Cuba, sobre el asunto de la casa de Aracataca, fue mágico. Bien relatado. La casa museo había sido vendida por la familia, si mal no estoy. Y Gabo no estaba de acuerdo con ese proyecto. Villamizar era el secretario de educación del Magdalena y sirvió de intermediario. Se tomaron una botella de wiski, intercambiando las servidas. Gabo estaba tan eufórico que le mandó a decir al gobernador, “Dígale al Gobernador que si hacen ese museo yo mismo voy a Aracataca y le pongo un taco de dinamita”.
El rey en su hamaca.
Sin duda, la voz de locutor del poeta Aldalin Aldana, en representación de Valledupar, formidable. Quienes se quedaron no saben de lo que se estaban perdiendo.
EL MARATON EN LA PLAZA.
La mayoría de nuestras plazas públicas siguen el ordenamiento romano. En una cuadra la iglesia y en la otra el gobierno. Por lo regular toda iglesia de nuestros pueblos son nuestra imagen, más importantes y bellas que la torre infiel de Paris, así, infiel, como decía David Sanches Juliao.
Cuando bajó el bochorno y después del protocolo bajo aire acondicionado, llegamos a esta plaza, que estaba atestada de ventorrillos- en la ciudad les dicen stand, nombre que no me suena- con diversidad de productos, como chicha de maíz, totumitas, galletas de todo tipo, dulces, artesanías y unas mesitas pequeñas como para jugar dominó. Allí pusimos con cierta apatía y sin esperanzas de venta, nuestros libritos. Ninguno de los asistentes somos escritores consagrados, pero si excelentes amigos. Creo que estos eventos deben hacerse con los amigos. Ya bajaba el sol como una bola anaranjada detrás de la torre de la iglesia, vista desde la confortable tarima que se convierte en bar a su izquierda, con el brazo de Mompox de respaldo, cuando en la plaza irrumpió un personaje. Lo comparé con uno de los afiches asoleados y desgastados de las elecciones del 29 de octubre. No llevaba un solo guardaespaldas, apenas era seguido de lejos por dos mujeres gruesas y dinámicas. Estaba vestido con sencillez , con suéter blanco mangas cortas, bastante obeso y una nariz pronunciada. Sus ojillos se tragaban la tarde e iba probando los productos de ventorrillo en ventorrillo. Sudaba a chorros. Se secaba con una manta de montar caballo. Hacia mucha sed. Y en esas se acercó una mujer con totumadas de chicha fermentada.
–Tome, señor, aquí le manda el alcalde, dijo la mujer.
hubo chicha para todos, con derecho a repetir.
Aunque yo había revisado el afiche pegado en la pared de una casa por curiosidad, solo vine a confrontarlo con el personaje cuando estreché su mano. Se llama Jorge Arias Zuluaga y era el mismo de la valla que está a la entrada del pueblo. Es de un Municipio de Antioquia, que llegó y montó un depósito, hace 30 años. Su hermano menor ya había sido alcalde en el periodo anterior a la pandemia. Es un tipo de poco discurso, pero de resoluciones rápidas. Según Alfonso Herrera Urbina, que fue opositor de su hermano, Jorge Arias es el mejor alcalde del mundo.
Cuando Rosalba Martínez Panza lo visitó apenas en enero para llevarle el proyecto, quizás no pensó en que iba a tener tanta aceptación. En estos municipios los alcaldes les gusta invertir en remoción de tierra y en fiestas donde haya mucho tambor, la dictadura del tambor. Y por lo regular no falla un conjunto vallenato, que se llevan casi todo el presupuesto. Y por lo regular la cultura es otra cosa, menos feria de libros.
Yaneth Álvarez, con Gloria Martínez Panza, en uno de los stand de la plaza.
Pero Rosalba se iba a seguir sorprendiendo. Fue el alcalde quien le llamó varias veces para recordarle del festival con los escritores. No es que le haya entregado mucho dinero, porque estos son municipios de sexta categoría, donde el presupuesto para cultura es como una ñapa, en medio de uno de los municipios con más arraigo cultural en el Caribe, especialmente por el aporte de la tambora en los carnavales. Esta es una tradición muy fuerte aquí. No fue por el dinero, sino por su presencia, en los dos días, incluso, estuvo en el estallido de la noticia al final del primer día, por la muerte de Marlon de la Peña.
Las vainas buenas, estaban por continuar.
Cómo me va motivando está crónica!
gracias, suena bien para un libro