EL Pollo, juan Carlos Díaz, hace un paréntesis en el festival para rencontrarse con la hembra eterna. Este lider no conoció a su padre, uno de los primeros desaparecidos de la guerra.
Juan Carlos Díaz o la resistencia de la Gaita.
Por Alfonso Hamburger
I.Retrato.
El Pollo aprieta todos sus dientes, que son el rasgo más visible de su rostro de campesino arisco, mientras su boca saborea las dulces mieles del cañón de la pluma de un pato macho. Llega. Saluda. Se sienta. Toca. Tapa y destapa los orificios de la hembra que parece ordeñar y de la que salen melodías fortísimas. Una vez llegó a la parranda, en la equina de la plaza, en pleno festival de Ovejas, luciendo un suéter de mangas cortas y requetepintado entre blanco, grises y negro, blue jean moderno, sombrero fino, zapatos y una mochila de fique terciada, todos cogieron compostura. Se mete un trago sin que se le agüen los ojos, que son otro rastro de un ser inteligente. Llegó el jefe, llegó el líder, se siente. Nadie lo dijo, pero así es. Se siente. Enseguida tomó la gaita en sus manos, se miraron como viejos conocidos, se la llevó a los labios y dale para lo mismo. Una bogotana, escuálida como una rana, de tetas pequeñas y con un short apretado tomó el Macho y la maraca. La mujer se retorcía y se movía, sentada, para llevarle el paso. Se sentía su esfuerzo para dialogar a la par. Estaba tocando un hombre, carajo!
Los versos y el éxtasis.
/Sobre de mí mi sombrero/
/pero no todas las veces/
/Porque yo cuandos se ofrece/
/Lo tomo y lo tiro el suelo/
…Y el ya verá, ya verá, se pierde en lo infinito.
Vinieron los versos en piqueria, entonces ya no hubo tiempo de detener aquella jarana. Por doce años consecutivos y en la misma esquina, frente al palacio en ruinas, Aníbal Díaz, ha hecho esta parranda, la que considera el acto más prestigioso de la libertad. Ningún riquito del pueblo se da este lujo. Este año, antes de que llegara El Pollo ( Juan Carlos Díaz, actual presidente del Festival de Ovejas), había una especie de desorden en los talentos. Los músicos, vestidos a la usanza de los jóvenes de hoy, algunos con tatuajes, otros con aretes, con cachucha o sin ella, en pantalonetas, con pantuflas, se turnaban en las voces y los instrumentos. A las tres de la tarde, refugiándose en una carpa azul, después de tres horas de juergas, era el éxtasis. Una rubia completamente empapada de sudor se retorcía en gestos erotizantes, muy sensuales, se levantaba la falda coquetamente y muchos decías que no llevaba panti debajo de ella. Alguien sólo le vio la puntica. Le cogió punta y nada más. Ella sabía lo que hacía y hasta dónde subirse la falda sobre unos muslos gruesos y rosados. El vestido azul, pegado a su cuerpazo pecoso, no sólo estaba empapado de sudor, sino roto atrás. Algunos decían que era la misma actriz que hizo la serie Gringo en cierto canal. Bailando para atrás les ponía sus potentes nalgas a los asistentes y descansaba en las piernas de los más conocidos. Fue donde apareció Karen, de Ibagué, una hermosa muchacha delgada, de nariz fileña y dientes completos, con hoyuelos en su mejilla sonrojada, bailando a la mejor manera de un costeño. Era el éxtasis de la gaita. La tarde ardía en el folclor. Un hombre llevaba una botella de whisky fino empuñada, caliente, con un orgullo irrepetible.
II. El personaje del festival.
Juan Carlos Díaz, “El pollo”, quien llegó para ponerle orden a la parranda, primero se excusa. Este año no pudo estar desde el inicio porque es el presidente del Festival. Ha sido un proceso largo y divertido. También sufrido. Prácticamente este personaje es uno de los hijos del festival. Nació en 1974 en el barrio La María. No conoció a su padre, que era de apellido Vergara, pero nunca anduvo por estos lares. Fue uno de los primeros desaparecidos del conflicto armado, en tempos en que los campesinos iban por el camino real y desaparecían. Se los tragaba la tierra. Un carro fantasma de color blanco asechaba. Nunca se supo de él. Tampoco quiso tratar ese tema con su madre, María Dolores Díaz Olivera. Algún día hablarán de aquello tan difícil de manejar. Son cinco hermanos. En medio del ajetreo del Festival, donde se arreglan muchos chicharrones, «El Pollo» no duda en afirmar que es hijo de su madre con su abuelo materno, Leonardo Diaz. Ellos le dieron sus apellidos. Su abuelo era del campo, gente de abarca y sombrero. No veía gente de su sangre vinculada a la música, mas allá de un tío que tocaba violina y que alguna vez se integró al conjunto de Los hermanos Ortiz, hoy homenajeados. Ella, su madre, un día lo tomó de la mano y lo llevó a la escuela de gaitas, y el viejo le dio su apellido, solo porque necesitaba sacar el registro civil para matricularse. Su abuelo terminó siendo su padre. Y así es.
Cuando nace el festival, hace 34 años, Juan Carlos tenía nueve años, entonces se despertó en Ovejas y la región un interés por la gaita. Su madre se lo llevó a los Ortiz y allí tocó de todo. Allí se fue desarrollando en el proceso de resistencia que hoy enarbola como un proyecto de vida regional. Ha pasado por varios procesos, tocando, cantando, componiendo y enseñando. Y por supuesto, organizando la heredad, como ahora.
En los peores momentos de la violencia y con los antecedentes de un padre tragado por la tierra, del que jamás se supo, tuvo que irse a probar tierras lejanas. Lorica y el Sinú lo adoptaron como hijo, pero nunca renunció al proceso delo Festival. Allá no sólo consiguió empleo como instructor ( Es egresado de la Escuela Bellas Artes de Sincelejo) y aprendió a tocar flautas dulces en un proceso con Yamaha, sino que se casó. Tiene dos hijos. Trabajó con la Universidad de Córdoba e hizo dos semestres de Medicina Veterinaria, pero lo suyo era la gaita. El proceso de integración socio cultural a través de la gaita ha sido largo y a veces tortuoso. Ha integrado varios conjuntos y proyectos y ha sido compositor. Son de Ovejas, Bajeros del Sinú, que lidera actualmente, son algunos nombres.
Sabes que la gaita cada día gana más espacios en la sociedad. Uno de sus temas, el espanta perros, se lo hizo a una mujer de Lorica, quien al verlos tocar les dijo que no servían sino que para espantar perros. Cree que hoy ya se les mira con más aprecio y respeto.
Cuando estaba muy niño le gustaba jugar en el patio, donde su madre tenía una inmensa cría de animales, como pavos, patos, gallos, pollos y gallinas. Se montaba en la troja con la gallinas a penas se ocultaba el sol. Una de esas tardes llegó un viejo amigo y al verlo le dijo que era como un pollo más, desde entonces lleva el remoquete con el que se le conoce ampliamente.
En materia de composiciones se considera influenciado por Daniel “El Ñañe” Pérez, de quien hizo una bella adaptación de uno de sus temas. Le gusta la manera sutil y elegante de pulir los versos.
III. El Festival y sus expresidentes!
El Festival de gaitas de Ovejas es un festival de la resistencia. Así lo considera Juan Carlos, quien ha llegado a la presidencia en el tiempo exacto y justo. En el año 2001 entró como socio, pero esta calidad se pierde con la no asistencia a las reuniones, cosa que no podía hacer por estar lejos. En el 2014 se lanzó a la reconquista del Festival y de la gaita, que venía atravesando un proceso amargo. Eran los gaiteros quienes tenían que apropiarse del proceso. Y hubo un ambiente de integración.Este es quizás el único ente en donde los ex presidentes se reúnen para dialogar. Algunos de los gaiteros se han preparado de alguna manera. Más de nueve agrupaciones de Ovejas como Las Diosas, Son Lumbalú, Almagra y otros se fueron de Ovejas, que vivía en medio de la guerra. No sólo era aparecer en el Festival, sino vincularse al proceso de desarrollo social y cultural. No era cosa de pavimento y obras materias, sino una propuesta de vida, de libertad. Lo de un nuevo escenario en el que acomodar los concursos y los actos académicos, es una deuda del Gobierno.
En el 2016, el Pollo volvió por sus fueros. Fue vicepresidente de la Junta Directiva. Todos se apoyan. Los ex presidentes se unen, todos sin distingo y logran así pensar el festival, que sigue siendo un ente con muchos problemas, especialmente en la financiación, la que se pelea día a día. Sabe que no es fácil, ahora todo se paga, desde el agua hasta la comida. Ovejas ha consolidado un proceso cultural, pero no hay un hotel ni tarima ni auditorio cómodo, por lo que se ha propuesto un manifiesto para que la dirigencia de Sucre se pellizque.
Epilogo.
Son las siete de la noche del domingo, la plaza está que no le cabe ni una razón de boca, tocan los niños, vienen las canciones inéditas, el anfitrión se quedó domino, pero «El Pollo» tiene que seguir con los ojos abiertos, porque un presidente es un tipo que arregla múltiples chicharrones.
Ah, se me olvidaba una frase: La gaita no es para fomentar peleas ni discusiones, sino para integrarnos.