Herbert Botero Botero
EL VIAJERO DE LA SILLA DE RUEDAS.
La historia de este ingeniero paisa, quien se superó a si mismo desde una silla de ruedas, es un ejemplo para quienes aun con su estado físico intacto, no son capaces de soportar el peso de estar vivos. Al conocer esta historia la gente se compadece de Diomedes Díaz, quien también sufrió de la misma enfermedad. Botero fue pionero de las transmisiones de ciclismo en movimiento a nivel mundial y creador de la primera fábrica de antenas radiales en Colombia.
¿Qué es el Síndrome de Guillain-Barré?
Somos viajeros del espacio en una nave llamada “Planeta Tierra” y no tenemos nave de repuesto; no hay Plan B. (Herbert Botero B.)
A los que les parece cara “Las Asesorías” no saben lo costoso que es NO tenerlas. (Herbert Botero)
Por Alfonso Hamburger
Herbert Botero Botero.
Tres meses antes de viajar al mundial de fútbol de México 86, el ingeniero de sonido y gerente técnico de Caracol Radio, Herbert Rafael Botero Botero, empaquetó sus maletas. Acababa de regresar de España, donde habían cubierto la vuelta ciclística de aquel país con marcado rating de sintonía. Por primera vez habían transmitido ciclismo en movimiento y en vivo desde Europa. Esa noche, en Bogotá, se sintió liviano de equipaje. La vida le sonreía desde su llegada de Medellín, donde había nacido hacía 36 años. Con la cotizada cadena radial viajaba por el mundo, coordinando exitosas transmisiones. Tenía esposa- una extraordinaria mujer -y dos hijos, quienes muchas veces se quedaban solos por los interminables viajes de Botero, quien se codeaba con los mejores periodistas de Colombia.
Al día siguiente debía adelantar su viaje a México para hacer los enlaces de prueba de una nueva transmisión, por eso se levantó temprano, haciendo los que pudieron ser los últimos estiramientos de sus brazos, sin saber que con ese gesto, inconscientemente el cuerpo estimula los puntos energéticos en los que los médicos alternativos clavan las agujas hipodérmicas en desarrollo de las curaciones quimio prácticas. Lo sabría años más tarde, cuando ya andaba en los mismos caminos del cantante Diomedes Díaz, a quien no conocía y cuya música le era indiferente. Le sigue siendo indiferente. La vida, sin embargo, le tenía reservado un acercamiento con el polémico cantante. Por algún punto de su naturaleza humana empezaron a parecerse y a llevar vidas y sufrimientos paralelos. Esa mañana, cuando trató de apretar el tubo de pasta dental para cepillarse los dientes no pudo hacerlo. Sus dedos se crisparon sobre el tubo, que le pareció tan pesado como tratar de manejar una buldócer de pedal. Tuvo que abrir el dentífrico con la boca y cepillarse le fue casi imposible. A duras penas podía sostener el cepillo. Sentía un leve cosquilleo en el cuerpo y le zumbaban los oídos. Mientras caminaba del baño a su cama, arrastrando un poco los pies, pensó que el desvelo de la noche, y haber dormido con el brazo debajo de la almohada – ya en la madrugada- le había adormecido parte del antebrazo, donde empezó a sentir una sensación de pesadez. Por su mente- cuando trataba de dormir- pasó parte de su vida: era el primero de ocho hermanos, cuya pobreza les hizo levantarse unos prestándose las cosas de los otros. Vio de repente la hermosura hecha mujer. La conoció en Medellín, se llamaba Alma y no era tan bonita por fuera como hermosa por dentro. Atenta, inteligente, despierta, ella le cambió la vida. Antes de conocerla solía conquistar muchachas exclusivamente en el barrio, porque no tenía plata para desplazarse a otros sectores, de modo que se conformaba con lo que le ofreciera la barriada. Se conocieron en un baile sin ser buenos bailarines. Se la presentó el novio de su hermana, hoy cuñada eterna. El padre de la muchacha ennoviada (hoy suegro) no la dejaba ir sin la compañía de su cuñada (hoy su mujer). La primera vez que salieron, todos en grupo, lo descrestó su ternura, sus ojos y su atención. Pidieron cervezas y ella se apresuró a servirle en un vaso, sin calcular que ese gesto de apoyo seria vital para levantarlo de la silla de ruedas donde cayó previo al viaje a México y llevarlo por la vida casi de brazo. Ella le dio dos hijos y lo llevó en los brazos por siempre. Nunca ha dejado de decirle hermosura. Y tiene razón. La lleva en el corazón y la mira en la pantalla de su iPod cada vez que contesta una llamada. Ella siempre le sonríe.
II
Después del sueño pesado abrió los ojos y enfrentó la realidad: su viaja a México 86 era otra de sus metas por cumplir, porque que el presidente Belisario Betancourt había frustrado el mundial para Colombia. El consuelo- el desquite, si se puede- lo tenía a tiro de escopeta, después de su viaje al Mundial del España 82, pero las fuerzas apenas le alcanzaron para bajar al parqueadero, manejar su automóvil por última vez y llegar justo al médico .El galeno, muy profesional, con aquella humorística sutil y tan vital a la hora de entregar malas noticias, le dijo, después de revisarlo:
– Le aconsejo que arregle sus cosas personales más urgentes, pues se va usted para un largo viaje, mucho más largo y duradero que a México 86.
Con idéntico humor, Botero, le replicó:
– ¿Más grave que un una isquemia cerebral o un infarto?
– ¡Más grave!, apunto el galeno, mirándolo por encima de los anteojos.
III
En 1986, aunque Diomedes Díaz había brindado con el alma, no era tan famoso. No había sido acusado de matar a una mujer, ni padecido aún del síndrome de Guillain Barré, una enfermedad de origen incierto y de la que de cada cuatro casos tres pacientes mueren y de cada cuatro a dos le repite. Y cuando repite es más agresiva todavía, pues regresa por su victoria, si es que a la muerte se puede calificar como tal. Mata por paro respiratorio, pues paraliza los músculos. No tiene cura. Si hubiese sido ahora, El médico, muy seguramente le habría dicho:
– Usted tiene la misma enfermedad que tropezó a Diomedes Díaz. Usted es portador del Guillain Barré.
Pero no. Diomedes era tan distante para Botero, que prefirió cerrar los ojos y llorar. La enfermedad que popularizó Díaz, se trataba como un síndrome precisamente porque no había sido muy estudiada y era casi intratable. Al menos al diabético se le inyectaba insulina, pero la mielina- cuyos escases es la causa de este síndrome- era una incógnita. El páncreas produce la insulina y es inyectable, pero el órgano que produce la mielina sigue siendo un misterio. Solo se le ocurrió que algo tenía que ver con la poliomielitis, una enfermedad que ha dejado cojos y tullidos por todo el mundo, dependiendo de su agresividad o no. Son, las muy temibles, como primas cercanas.
En el mundial de España 82, mientras Botero se metía en la parte técnica con tanta pasión que hasta se le olvidaba el resultado de los partidos, siquiera se enteró de que el llamado Cacique de la difunta (de la Junta, perdón), había descrestado en todas las transmisiones interpretando aquel éxito de Calixto Ochoa, en el que anunciaba que trabajaba sólo para ella: Todo es para Ti. Si lo hubiese conocido, de pronto se lo hubiere dedicado a su Alma, porque el discurso es bonito. Chévere.
III
Setenta y dos horas después del dictamen, Botero estaba paralizado. Tenía el cuerpo tan dormido que yacía desmayado, como si estuviera borracho y sin la posibilidad de mover un solo dedo. Lo único que meneaba eran los ojos y la nuca. La respiración le era entrecortada. Parecía un muñeco de trapo que al cargarlo en los brazos no era capaz siquiera de apoyarse en la nuca de quien lo llevara. Cargar una persona con esta enfermedad es de titanes, pues el paciente no tiene fuerzas ni para apoyarse en la nuca de su protector. En la cama, cuando lo acostaban, tenían que voltearlo cada hora, para evitar que se le formaran coágulos sanguíneos y ampollas de ese costado. Ahora sospecha por qué dejaron salir a Diomedes Díaz de la cárcel ¡ por pura caridad! Aquella vez fue la última que condujo el carro hasta su casa y la última que subió las escaleras del segundo piso solo. Casi no pudo subirlas. Se acostó a dormir y allí se fue paralizando. Al día siguiente lo bajaron cargado, ante el shock de los niños, que jamás lo habían visto en esa precariedad. El médico fue tan precavido, previendo lo que le venía pierna arriba que al llegar a la clínica de regreso, ya le tenían el cuarto separado, entonces comenzó la tragedia. El tal Guillain Barré, más parecido a un tal Joaquín Guillén, que se dedicaba a dirigir la carrera de Diomedes Díaz, era totalmente desconocido para la familia y los adelantos científicos para combatirlo muy precarios entonces. Aun no lavaban la sangre del paciente para controlar los desvaríos de los glóbulos blancos, casi vueltos loco. Sí, porque la ciencia ha avanzado tanto, como dice Diomedes en un disco de Calixto, que ahora solo es menester de llevar la cabeza, el resto lo pone la ciencia. Pero que va, cuando Botero cayó rendido en los brazos del síndrome, aún no había avances para enfrentarlo.
Su madre llamó a Cesar, su cuñado médico y éste se alarmó:
– Ojo, que esa enfermedad es muy peligrosa y deben internarlo enseguida, porque un paro respiratorio lo puede matar. A Botero lo salvó caer en los brazos de cinco mujeres con alma de ángeles, quienes fueron y son artífices de esta historia. Las heroínas son su madre; su mujer, que se dedicó por completo a atenderlo, tomando una musculatura propia de quien alza pesas; la fisioterapeuta que encontró en el camino – la clínica de rehabilitación-, una cuñada y una nutricionista. Pero más allá de esas mujeres, Botero se levantó de la nada por su gran poder mental y porque tuvo que empezar gateando después que su cuerpo había perdido la musculatura y pesaba en ese momento la mitad de su peso normal: solo 34 kilos.
Ponerse de pie, después de nueve meses en una clínica y de años en silla de ruedas, era tener cojones. Al enfermo de Guillain Barré se le adelgazan los músculos, entre ellos los de los testículos, de modo que los huevitos quedan colgando casi de los conductos del semen, causando in soportables dolores. Y es allí donde prima el entendimiento íntimo, de la mujer que termina siendo uno mismo, como el alma gemela.
El primer día que Botero logró ponerse en pie, supo que levantarse ante aquel dolor, era cosa de machos. Era tan intenso que tuvo ganas de llorar. Paradójicamente, alguna vez, en su proceso de recuperación, fue a visitar a una médico para que le certificara que podía conducir un vehículo automático, pero ésta le dijo que no. No le autorizaron la licencia. Seis meses antes la mujer había sido atacada por el Guillain Barré, pero ella pudo hacerse un lavado de sangre y controlar el desquiciamiento de los glóbulos blancos atacando la mielina. Mientras Botero se iba levantando, apenas la medicina se enteraba del síndrome y de cómo atacarlo.
IV
Sincelejo, Sucre. Sábado 15 de marzo de 2014. Tengo previsto viajar a San Jacinto , Bolívar, a visitar a mis familiares, después del chasco electoral del domingo electorero. Estoy esperando la camioneta que me ha de llevar, cuando suena mi celular. La voz de tono paisa que escucho con dificultad ante el golpe de brisa veraniega que golpea el alar del rancho y hace ruido, se me hace la de un palabrero de esa región. Es fuerte.
– Soy el ingeniero Herbert Botero y el Ministerio de las Tics me ha comisionado para hacerle una auditoria administrativa a la emisora que usted dirige.
Su voz robusta, segura, me hace figurar la de un paisa grueso, bonachón, de cachetes redondos y de unos 35 años. Me informa que me pondrá un email con algunas instrucciones y la lista de los puntos a revisar.
– Váyase leyendo la normatividad, especialmente la resolución 415 de 2010, que a las dos de la tarde del lunes estaré llegando a Sincelejo. Vuelo por Montería, afirma.
Mi viaje al Sitio de San Jacinto se frustra, pues apenas a él le habían autorizado el viaje el viernes y debo acopiar abundante información para recibirlo.
– Debemos vernos, preferencialmente, en una oficina del primer piso, porque tengo dificultades para subir escaleras, sugiere.
Seguramente Botero no sabe que en estos pueblos los ascensores son un lujo que tienen pocos edificios. Y en el que están las oficinas de la emisora Unisucre FM Estéreo, no es la excepción. Tiene solo cuatro pisos y no tiene sino escaleras de 32 peldaños cada una. Es sábado por la tarde y mientras empiezo a acopiar la información, pienso en Botero. ¿Qué le habrá pasado? ¿Lo atropellaría una moto? ¿Será patuleco de nacimiento? ¿Le daría poliomielitis?
Desde entonces empezamos a comunicarnos por teléfono en forma permanente. ¿Recibiste la información? ¿A cuánto está Palmito de Sincelejo? ¿Cómo está el camino? ¿Qué hay por San Pedro el de los mocha- cabezas? Además de Sincelejo, Botero me anuncia que debe hacer el mismo trabajo en San Antonio de Palmito y San Pedro, ambos en Sucre.
A las diez de la noche le llamo para negociar su cita. No me es posible acopiar tanta información para el lunes por la tarde. Botero es afable, piensa ayudarme, pero ninguno de los otros clientes quiere ni puede ceder la fecha, así que el lunes por la tarde deberé enfrentarme a la visita con la papelería que tenga dispuesta. Este tipo de visitas inquietan, pues de no contar con los requerimientos, degeneran en fuertes sanciones por parte del Ministerio de las TIC.
A esa hora, en las afueras del conjunto residencial Linares, en el barrio Medellín de Sincelejo, donde resido, solo suena música de Diomedes Díaz. Mañana tendrá otro afán, pienso. La parranda aún sigue después de su muerte tan celebrada. Botero, que es riguroso y practico, en Medellín, ya tiene su maleta dispuesta.
V
Sincelejo. Lunes 17 de marzo. Hotel Panorama. Habitación 208. 2:35 PM. El hombre que está sentado al frente del computador portátil mira su reloj Mido de tablero negro, plano y redondo, que enganchado sobre la flacidez de su antebrazo izquierdo yace semi escondido en la parte baja de la muñeca, de modo que para ver la hora tiene que doblar un poco la mano. Es en ese momento, es que cae en cuenta de lo que reza el calendario de la pared: ( Marzo 17 de 2014). Le parece mentira que haya logrado sobrepasar el umbral de este año y que esté dando lora. Han pasado ya 28 años y allí está, vivito y luchando, levantándose con su bastón del tal Guilain Barré, aquel nombre compuesto, producto del apellido de dos amigos, que lo han tenido prisionero en estos largos 28 años.
Entreabro la puerta y lo veo. Me invita desde su aposento para que siga. Me estaba mirando, como si ya me hubiese visto antes:
Allí sentado, donde me espera, Herbert Botero, primo cercano pero lejano del famoso pintor, es totalmente distinto al hombre que me he figurado desde el sábado, cuando me anunció su visita. Sus rasgos son finos, con una nariz bien delineada y una cejas negras y pobladas que contrastan con el color cenizo de su pelo aún abundante. Lo único que lo delata de sus limitaciones es un bastón chino comprado en USA, desarmable (para sus viajes en avión), que yace recostado a la mesita redonda, donde trata de acomodar sus papeles y el computador portátil. Al saludar se palpan sus limitaciones, pues sus manos están aún semi empuñadas , por la falta de mielina que le secó los músculos de sus extremidades.
Ahora lo comparo con Diomedes Diaz, que en sus últimos años cantaba sentado y cuando lo hacía de pies sus manos estaban cogidas, una a la otra, en tono de reverencia sacerdotal. Y más que un estilo de pararse, era una forma de disimular sus manos enconchadas por el Guillain Barré.
Mientras camino a la ventana y echo un vistazo a la calle el Cauca sobre un Sincelejo aún somnoliento por la siesta eterna del pescado en viudas, Botero habla a mis espaldas:
– Gracias, Alfonso por venir, creo que aquí podemos trabajar.
Pese a su estado, en el que para moverse por lo regular tiene que apoyarse en otra persona o en el bastón chino comprado en USA, Herbert es un hombre de una tremenda lucidez. Un trabajador organizado, incansable:
– Lamento que mi mujer no me haya podido acompañar, pues mi intención era invitarla a Coveñas, dice.
Botero alguna vez estuvo sentado en el puesto donde yo estoy ahora, pues también ha sido hombre de radio, de modo que lo primero, después de mostrarme su acreditación como ingeniero contratista, es ofrecerme tranquilidad.
– No estoy aquí en calidad de policía, me dice.
El ingeniero es organizado y aunque a veces le cuesta escribir con sus dedos afectados (es puyògrafo), el trabajo lo tiene tan esquematizado, que es sólo llenar un formulario con respuestas claves… y listo.
Mientras sustrae de la nevera cercana un té que tengo que abrirle, pues no tiene fuerzas para hacerlo, el ingeniero empieza a contarme su historia, que es mucho más fascinante que verificar los datos de una emisora en proceso de certificación.
VI
En 1975, cuando Herbert Rafael Botero Botero egresó de la Universidad Nacional como ingeniero electrónico, la cadena Todelar era muy fuerte. Con ella trabajó en variados cubrimientos ciclísticos hasta 1980. Recuerda con atención las vueltas a Colombia de los años 1975, 1976 y 1977. Pero en 1978, 1979 y 1980, ni Todelar ni Caracol, transmitieron la vuelta, ante el monopolio de RCN, que tenía prácticamente tres cadenas y no era negocio enfrentarlos. RCN era la reina del ciclismo. El cubrimiento en carretera se convertiría en todo un espectáculo. Los enlaces de FM aprovechando los cerros, era el desafío de una geografía hermosa y aventurera. Esa topografía quebrada les permitía el cubrimiento en movimiento, pues era transmitir hacía los puentes y enlaces a través de los cerros por donde iba la caravana multicolor. Era el mejor aporte del ingenio colombiano a la radio mundial. Botero se había levantado en se ambiente, en que la radio se abría de la mano del ciclismo, como la mejor del mundo, la más dinámica, la más alegre, la más bulliciosa e ingeniosa.
Para aquella época de receso, para sacudirse de la competencia, RCN da el salto internacional y cubre las primeras vueltas a España desde 1980, pero haciendo “falsos” directos. Los periodistas no iban en el pelotón. Ingeniosamente se adelantaban en los puertos montañosos o en las metas volantes, tomaban los registros minuciosos de los datos, pasaban los punteros, diferencias con el pelotón, escapadas, caídas e incidentes diversos, se iban a un teléfono público, anotaban el número y allí recibían una llamada desde Bogotá, Como no había televisión en directo ni forma de atestiguar su táctica, eran los reyes de la sintonía. Toda Colombia y Suramérica se comía el cuento de los “falsos” directos. Fue allí donde Botero, que ya llevaba una gran experiencia en Todelar, es llamado por Caracol, donde hace un gran equipo con Yamit Amat, Mike Smulson y otras figuras del deporte. Lo comisionaron para que viajara a Francia tres meses antes del Tour y buscara los mecanismos para transmitir en movimiento, en forma directa. No fue fácil, pues a diferencia de Colombia, la geografía francesa es plana con relieves más bien bajos. No había grandes cerros que impidieran la señal FM ni que sirvieran como torres para instalar los equipos. Visitó varias empresas y ninguna se le midió a su oferta, pese a que llevaba los diseños. Al final, una empresa, filial de otra en Colombia, se le midió al servicio. Un avión que permanecía sobrevolando la caravana, enviaba la señal a una unidad móvil en tierra y ésta a su vez seleccionaba los canales que iban al aire. Cada día de transmisión costaba, en aquel invento, cuatro millones de pesos (300 mil dólares). Solo el avión costaba un millón. Pero valió la pena. Los de RCN, acostumbrados a los “falsos” directos, fueron los primeros sorprendidos, hasta tal punto que en algunos tramos de la competencia recogían la información de Caracol para actualizarse y relanzarla casi a la par. Fueron barridos en ese año. Ni siquiera estar apostados en las metas les bastó.
Botero recuerda que tuvo problemas en uno de los aeropuertos, pues llevaba más de cien mil dólares en efectivo para los gastos de su equipo y tuvo que hacer toda suerte de peripecias para salir adelante. Sospechaban que era un narcotraficante, más aun cuando vieron su procedencia.
El ingeniero era tan responsable en sus transmisiones, se metía tanto en la parte técnica, que pocas veces se enteraba de los resultados, tanto que al término de aquella exitosa transmisión en Francia, donde la gente se quedaba boquiabierta viendo la algarabía de los locutores colombianos, que una persona se acercó para preguntarle quien había ganado la vuelta y no supo qué responderle. Los niveles de estrés que se manejaban eran muy grandes por la responsabilidad de mantener al aire una transmisión, cuyo avión le costaba a la compañía un millón de pesos.
De carácter rígido, Botero peleó con Yamit Amat durante la transmisión de unas elecciones en Estados Unidos, porque se les cayó la señal, no por culpa del técnico, sino porque los servicios le daban prioridad a las cadenas más grandes del mundo y Caracol apenas era conocida.
VII
Herbert Botero no pudo nunca probar que en la enfermedad que lo paralizó tuvo que ver su ejercicio laboral al frente de la cadena Caracol, por eso no lo indemnizaron ni jubilaron por invalidez, máxime cuando el origen de la enfermedad es incierto. Ataca a cualquier edad, en cualquier momento a una de cada 100 mil personas. La única sospecha fueron unas fumigaciones de verano cuando estuvo en España 82, que estaba llena de plaguicidas en las zonas por donde pasó la vuelta de aquel año, previo a la enfermedad. No sospechó que en su cuerpo, mientras cumplía su labor técnica, unos soldados blancos, encargados de cuidar a los soldados rojos y custodiarlos del ataque del enemigo, posiblemente se empezaron a volver locos, cuando una ola de veneno se filtró por su cuerpo. Los leucocitos o glóbulos blancos enloquecidos por el veneno empezaron a comerse la mielina encargada de llevar la señal a todo el cuerpo, entonces Botero ya no pudo dirigirlo y ya no tuvo fuerzas ni para abrir un tubo de crema dental.
A los nueve meses, después de estar en una clínica, donde su mujer lo cambiaba de posición cada hora, Botero se levantó y empezó su tarea de rehabilitación, bajo el impulso de cinco mujeres, entre ellas su secretaria, que era la encargada de abrirle la corredera del pantalón cuando iba a orinar. Para sus compañeros fue toda una proeza su regreso a la gerencia técnica de Caracol, donde dirigía en una silla de ruedas. Ya para esa época era un amante de la tecnología y solo le bastaba una buena secretaria y un computador para mandar. El problema, en la oficina, era ir al baño.
Yo sacaba mi soldadito, orinaba en un recipiente y mi secretaria iba a depositar el líquido al baño.
Su valentía fue reconocida cierta vez que logró asomarse en el balcón interior de la compañía y los compañeros le dieron una lluvia de aplausos.
No obstante su esfuerzo, poco antes de cumplir diez años de labores, la empresa lo llamó a negociar para echarlo. Y lo echó. Para entonces ya tenía montado su plan B. No tenía plata, pero tenía ideas. Se asoció con un cuñado que tenía una bodega, empezando una novedosa empresa para fabricar antenas de radio. Ha sido la única empresa colombiana en hacer este tipo de estructuras durante 28 años. Y como siempre, la empresa que lo despidió para evitar pagarle media pensión, fue la primera interesada en comprar las antenas, pero jamás le compró una sola.
Sin haber cantado una sola canción de Diomedes Díaz, Botero luchó contra esta extraña enfermedad y desde su bastón dirigió la empresa que por 28 años le permitió seguir adelante. Sus hijos son dos excelentes profesionales, el barón es abogado especializado en telecomunicaciones y la mujer, es ingeniera.
Con su bastón chino importado desde USA, Botero recorre los municipios inspeccionando emisoras, llevando siempre en la pantalla de su celular la imagen fresca de Alma, la mujer que lo ha llevado en sus brazos.
Nuestro recorrido termina en San Pedro, Sucre, donde Botero, con rigor de cirujano, cumple sus funciones, mientras en la emisora Sonorama Estéreo, suena un tema de Diomedes Díaz, el hombre que también sufrió de su misma enfermedad. Lo único que le llama la atención del tema es la jocosidad de la palabra armadillo. Nada más.
Sincelejo, Sucre, Marzo de 2014.