CIRO MARTINEZ, UN HOMBRE COMPLETO, DE LOS PIES A LA CABEZA

 

 

–       Esta es la historia de un hombre en situación de discapacidad, conforme y feliz.

 

Por Alfonso Hamburger.

Algunos inocentes curiosos, quizás chismosos, observando que Ciro Martínez Santos se arrastra por el taller de autos como si fuese una mascota, le han preguntado que si alguna vez ha estado con una mujer.

Y Ciro, mentalmente un hombre completo de los pies a la cabeza (el que no lo crea que lo vaya a medir), se ríe con esa dentadura intacta. Blanca. No hace otra cosa que reírse. No tiene otra respuesta. Se retuerce en el asiento, donde naufraga su cuerpo, sus piececitos deformes, tapado con un calzón recortado.  Si fuese un hombre grosero, Ciro respondiese muy seguramente con su voz de locutor que quien no lo creyese que se pusiese, pero no. No es hombre vulgar, sólo sabe que sí puede complacer a una mujer como Dios manda. Lo único que no puede y eso quién sabe, es complacerla de pie, porque la talla no le da.

–        Yo he tenido muchas mujeres, pero ahora estoy solo, porque ando con Dios. Solo él sabe la que habrá de venir para curar mis heridas, mi soledad. Dice, con un rictus de pena, mientras trata de acomodarse en la butaca donde yace, en espera de dar su primera entrevista en la vida. No quería, realmente, salir del anonimato, pero un amigo me lo puso en las manos y ya no pudo negarse.

El primer día en que Ciro Martínez Santos vino a Sincelejo, hace 18 años, fue con el deseo de aprender a tocar acordeón. Quería ser como Alejandro Durán. Cantaba en  el baño y pensaba que el arrugado instrumento podría ser un gran aliado en sus sueños de salir adelante. Había nacido con problemas locomotrices, en un hogar muy pobre, en el corregimiento Buenavista, área rural de Sincelejo, donde cursó algunos años de la primaria. Eran seis hijos de dos campesinos que no tuvieron para más. La única explicación que le dieron a su madre los médicos de la época, fue que el niño siempre se gestó sentado en el vientre de la madre y que por eso sus extremidades inferiores no se desarrollaron lo suficiente. Era posible, que siendo operado una vez nacido, le hubiesen corregido el defecto. Sin embargo, a los veinte años le prometieron operarlo en Cartagena, pero ya estaba acostumbrado a arrastrarse en cuatro pies, como un mico. No quiso arriesgarse. Esa actividad le hizo desarrollar callosidades en manos y pies y lograr habilidades especiales para moverse debajo de los carros y  especializarse en el rodamiento de los vehículos, que es el oficio de estos días, donde recaló después de ser un parrandero y callejero casi irremediable.

Cuando llegó a Sincelejo empezó a tocar el acordeón con la guía del maestro Hernán Carranza, con el que estuvo dos meses, aprendiendo piezas como la piña madura y otras elementales para iniciar, pero no tuvo para comprar el acordeón. Por mucho tiempo estuvo refugiado donde una hermana, en el barrio El Cortijo, pero  no tuvo más contacto con la música. Nunca más regresó a Buenavista. Se enamoró del poco pavimento de Sincelejo, de la posibilidad de la rumba los fines de semana y consiguió algunos amigos que lo trataban a la par, como uno más de ellos, sin  discriminarlo, por ello penetró muy bien en las barriadas. Se volvió chicanero y parrandero. Un hombre de la calle.

Ciro Martínez Santos nunca quiso depender de una silla de ruedas, prefiriendo valerse por sus propios medios, de modo que en esa condición sube a las motos, pide chance en carro, participaba en parrandas y llevaba una vida mundana normal, sin ningún tipo de complejos.

Algún día se inició como ayudante de mecánica en uno de los talleres del barrio Argelia, donde pronto fue desarrollando habilidades para meterse debajo de los autos, dado que la deformación de sus pies le facilita caminar en cuatro manos o patas y camuflarse como una mascota para reparar un muelle, bajar un mofle o reparar una llanta.

Martínez es un hombre responsable en el trabajo, incluso cuando era parrandero, porque tomaba trago y no le dabaguayabo. Es madrugador y su jornada  laboral la inicia muy temprano, incluso sábados, domingos y feriados.

En algún tiempo andaba para arriba y para abajo con dos amigos, con quienes no fallaba un fin de semana  festivo. Se iban a las cantinas, donde las prostitutas, y gozaban en ese ambiente. Eran tipos elegantes que no le negaban nada. Departían a la par sin ningún tipo de complejos, hasta que un domingo le cayó en sus manos la revista Atalaya, conociendo allí a un hombre mucho más elegante: Jesucristo.

–       ¡Ese es el más elegante de todos!, dice.

Ciro Martínez Santos  jamás ha tenido una ayuda del Gobierno. No se siente maltratado ni excluido, no sabe de la ley 1618 reglamentaria  para los limitados físicos, como tampoco quiere tener más de lo que tiene.

Cuando no está trabajando mimetizado abajo los carros, lleno de grasa y con las manos embadurnadas de aceite, está leyendo la biblia, donde dice haber hallado la clave de la felicidad: la promesa de una vida eterna y en abundancia.

 

Alfonso Hamburger

Celebro la Gaita por que es el principio de la música.

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