LA INCERTIDUMBRE DE PUBLICAR O NO (*)
A mi madre, Virginia Narcisa Fernandez Vasquez, mas conocida como la Seño Viña, no le gustaba desprenderse de las cosas viejas. Podia ser un taburete forrado con cuero de vaca desgastado y raido en el fondo usado, en el que Papà Albertico se habia sentado en mas de 15 años de amores con Teresa Vasquez Castellar, su esposa por 50 años y madre de mi madre, o sea mi abuela. Y en el que, al heredarlo entre las pocas cosas materiales que le lego la familia, recibio a Wilfrido Hamburger, su suegro, durante mas de 30 años de visitas puntuales, todos los domingos. Un zapato viejo, un balde roto, un palo de escoba sin escoba, el marco de una ventana, un burriquete, un aguamanil, un radio viejo, una botella de la ultima parranda con los gaiteros de Bajo Grande, todo lo atesoraba, pues decia que en cualquier momento nos sacarian de apuros.No conocio la era del reciclaje de las basuras, pero ella ya lo practicaba, mucho antes de que la vaca derramada el tinajòn del agua. A veces aseabamos el patio y el traspatio, quemabamos las virutas y el resto lo embarcabamos en una carretilla vieja. En el momento que nos disponiamos a salir a la calle para tirarlos en el Cañito, por la puerta falsa, ella aparecia y paraba todo. Empezaba a esculcar en la basura, entraba en colera, porque sacaba por lo menos la mitad de lo que llevaba la carreta. Para ella los objetos tenian vida. A todo se le podia dar un buen uso. Lo que a ella le sobraba a otros les servia.
De esas cosas viejas del patio està hecho este libro. Y mas que de eso, siempre lo considerè como un traste viejo, que deambulò por los vericuetos de la casa, sobrevivio a varias mudanzas en quince años de olvidos muertos, soportò el hambre de los comegenes, emergio de los inviernos, estuvo a punto de no pasar la prueba de algunos correctores que lo revisaron antes de ser publicado. Uno de ellos, incluso, corrigio el prologo, escrito por Ernesto Sabato, en su libro Antes del Fin. Yo lo que hice fue fuslilar el escrito de Sabato, pues me parecio oportuno ponerlo alli, pues en parte resumia mi intencion de testimonir mi propio drama. Fue alli donde me di cuenta que tenia que cerrar los ojos y no permitir que nadie mas metiera sus narices en mi texto, en mi parto, que no habia sido doloroso sino feliz, pues habia sido escrito en un solo tiròn en el verano de 1993, despues de las corralejas de enero, en menos de dos meses, despues de pensarlo por todo mi recorrido por la costa durante años. Lo montè en los planchones del Sinù, lo meci en una hamaca, lo calenté en las murallas de Cartegana. Y lo escribi en Sincelejo, sin el debido rigor de que tanto alarde hacen los criticos. Pero cuando el supuesto corrector acribillò a Ernesto Sabato, a quien yo habia calcado como si fuera una fotocopia, me di cuenta de que el tipo era un impostor o trataba de impresionarme. Si estaba corrigiendo a Ernesto Sabato en el prólogo, cuando llegara a lo mio, esa novela iba a quedar convertida en un cuento, en hilachas de mango biche. Sabia que le faltaba rigor, pero era mi libro, y lo habia escrito con mucha pasion, quizas sin pena y sin dolor. Y espero con algo de gloria.
El revisor, sin embargo, alcanzò a matar 15 vacas escoteras y un toro cebu y 20 paridas que Walter Sandreski Paternina Jardeaba por el camino de Porvenir, mientras comia chancaos revueltos con hormigas locas, dizque porque eso era demasiado obvio, lo que llaman los criticos lugares comunes.
Cuando descubri que el corrector iba por un lado y mi intencion narrativa por otra, me acordè del cuento del hombre que mas sabia en aquel pueblo de ingonantes. Y no hay cosa mas atrevida que la ingorancia.El tipo era el ùnico que sabia leer en el pueblo. Y cuando llegaba una carta, se la llevaban para que la interpretara. Tomaba la carta en sus manos asperas , se arqueba teatralmente y leìa: Aquí dice, aquí no dice, aquí dice, aquí no dice. Y la gente embobada con aquel embrujo, decia. Nojoda, ese hombre sì sabe. Ese negro si toca, ese si come nota.
En otras ocasiones decia: Cualquiera que me oye hablar, cree que yo se lieer, porque tengo guena la prenuncia…
Después de haber vuelto al borrador inicial, para que la crónica no perdiera el encanto que yo le habia puesto al principio, vino otra lucha larga y pareja. Fue una lucha contra las heridas. Las señales de este libro son demasiados obvias, pues se trata, mas que de una novela, de una obra de literaratura testimonial con ramalazos de ficcion y de poesia cuando meto la cuchara. Alli estan vivos los personajes y la forma de narrar. Los maices del saludo que germinan en la obra hacen parte de mi cotidinaidad y de mi alegre andar por la vida.
Soy cobarde y queria que en parte esas heridas se cerraran. Eso por un lado, pero por el otro, yo no creia que eso fuese publicable. Ademàs, la novela la inscribi en un concurso donde participaron solo cuatro obras y quedò de tercera. Medardo Contreras, un caro amigo, no se aguantò esa galleta, pues decia que era imposible que un amigo suyo hubiese quedado de tercero en un concurso nacional de novela hecho en Sincelejo. Y en La Sabana todo era mas sospechoso, si estaban los politicos de por medio. Y como habia sido resaltada en El Heraldo con foto mia y todo, por encima de los dos ganadores, siendo yo corresponsal de ese diario, sonaba como a falta de ética. El amigo me amenazò con desmentir el tercer puesto. Entonces, asustado por esa posibilidad de quedar en ridiculo ante los lectores y ante Juan B. Fernandez Renowiski, que era todo un ejemplar de eticidad , viajè a Corozal y me entrevistè con Josè Elias Curi Lambraño, quien habia sido uno de los miembros del jurado. Me regalò una copìa del acta y regresè tranquilo. Aquella pieza, de puño y letra del maestro Curi, donde hizo elogiosos comentarios de la obra, desaparecieron en una de tantas mudanzas, en medio de mi desorden o por esa falta de tino de no conservar las cosas que conservaba celosamente la Seño Viña. Hoy daria un ojo de la cara por aquel fallo, en el que el padre del Costeñol dejaba algunas señales de lo que venia para encima. Espero que con esta obra pase como con la Hamaca Grande, que sin ganar ningùn festival, se convirtiò en el mejor mensaje de la sabana al pueblo vallenato. Incluso, todavia no ha recibido contestaciòn.
La novela la escribì en un solo tiròn, es cierto, pero luego vino la lucha contra la ausencia de interes editorial. Uno por las heridas abiertas y recientes y otra por la constumbre de no creer en lo nuestro. La lucha mas grande fue con el tìtulo. Inicialmente, cuando logró el tercer puesto entre cuatro ( La Bruja y Maria Varilla la superaron segùn el jurado), la cuarta debia ser muy mala, se llamaba GAITA, HISTORIA DE UNA CRONICA INSURGENTE… Pero con el tiempo fui pensando en cambiarle el nombre. Un dia que iba como sonambulo pensando en el titulo me dio tremendo escalofrìo como el que le dio a algunos moradores de Mapocho después de la muerte del Inspector Garnica. Casi me atropella un carrro, entonces descubri que ese era el nombre: ATAQUE DE FRIO DE PERROS. Ademas, la finca de mi abuelo Wilfrido Hamburger, se llama Frio de Perros.
Groso modo, este es el el verdasdero cuento, bien contado o no, de frio de perros, una tierra abandonada por un aire muerto, la misma donde todavia le sigue lloviendo al sucio.
• Palabras de Alfonso Hamburger, en el lanzamiento de su obra, Ataque de Frio de Perros, en la plaza de la Aduana de Cartagena, en las instalaciones del Sena.